El escritor vivió más de 30 años en Mallorca y fue un gran impulsor de la cultura en la Isla.

Malabarista de la palabra, creador del lenguaje, maestro, uno de los escritores más importantes del siglo XX o figura capital de la cultura española son sólo algunas de las frases que se repitieron a lo largo del día de ayer tras conocerse la muerte del último Nobel español, Camilo José Cela, a los 85 años. Una muerte que se produjo a las siete de la mañana en la Clínica Cemtro de Madrid, donde estaba ingresado el escritor desde el martes aquejado de una patología cardiorrespiratoria crónica que no pudo vencer.

El premio Nobel de Literatura pronunció sus últimas palabras a las seis de la tarde de anteayer. «Marina, te quiero» y «Viva Iria Flavia» fueron las dos últimas frases de este escritor cuya vida siempre estuvo al servicio de su única gran pasión, la literatura. Durante toda la jornada de ayer pasaron por la capilla ardiente numerosas personalidades del mundo de la cultura, la política y del espectáculo. Los Reyes acudieron por la tarde a dar el pésame a la viuda del escritor, quien, tras despedirlos, comentó que su marido «murió tranquilo, completamente adormecido». «Pretendo seguir impulsando la Fundación, donde dejó todo su legado y difundir desde allí toda su obra hacia Galicia, España y el resto del mundo».

Los Reyes también enviaron una corona de flores al igual que la Real Academia de la Lengua. En total, podían verse más de sesenta coronas entre las que se vislumbraban las del Gobierno, universidades, instituciones regionales y locales. Los restos mortales del escritor salieron ayer por la tarde hacia Iria Flavia. Cela eligió personalmente el cementerio parroquial de esta villa porque quería ser un vecino más de la localidad y para estar cerca de los suyos. El Ajuntament de Palma, por su parte, anunció ayer que prepararían actos para homenajear al escritor.

Nacido el 11 de mayo de 1916 en Iria Flavia en una familia burguesa, Camilo José Cela confesó en alguna ocasión que fue un niño mimado en exceso, ya que, además de ser el primogénito, sus dos hermanos menores fallecieron. Expulsado de cuatro colegios porque se aburría «como una ostra», Cela cursó el bachillerato en Vigo, con los Escolapios y los Marianistas, y después se trasladó a Madrid, donde pasó por las facultades de Medicina, Filosofía y Derecho. Aunque no acabó ninguna de estas carreras, su vida universitaria, interrumpida por el estallido de la Guerra Civil, le permitió frecuentar a Pedro Salinas y presentar sus primeras poesías a Menéndez Pidal.

Desde muy joven abordó todos los géneros literarios y desempeñó diversas ocupaciones, como pintor, torero, actor de cine, soldado profesional o funcionario. A los 23 años, en 1939, escribió su primer libro, un poemario de estética superrealista titulado «Pisando la dudosa luz del día». Tres años después plasmó su primera novela, «La familia de Pascual Duarte», un hito en la literatura española y la segunda obra española más traducida detrás de «El Quijote». Antes de conseguir su publicación, la pieza fue rechazada en varias editoriales con excusas como que el argumento era demasiado terrible y podría tropezar con la censura.

La censura también obstaculizó la salida de su segunda novela, «La colmena», publicada en 1951. Tras una breve estancia en Inglaterra en 1954, se instaló en Palma de Mallorca. Tres años después ingresó en la Real Academia de la Lengua con un discurso sobre la obra literaria del pintor Solana. Entre tanto, Cela siguió su experimentación con el lenguaje y los géneros literarios en obras como «Pabellón de reposo» (1943), «Viaje a la Alcarria» (1946), «La catira» (1955) o «San Camilo 1936» (1969).

Con la llegada de la Democracia el rey don Juan Carlos le designó senador. La década de los 80 fue para Cela la de los grandes reconocimientos a su labor literaria. En 1984 recibió el Premio Nacional de Literatura por «Mazurca para dos muertos»; en 1987 el Príncipe de Asturias de las Letras, y en 1989, el Nobel de Literatura, un galardón para el que venía siendo propuesto desde siete años antes. A comienzos de la década de los 80, el escritor legó todos sus manuscritos, libros y obras de arte a la Fundación Camilo José Cela. Durante los 90 se siguió reconociendo la importancia de la obra de Cela, que ganó el Planeta con su libro «La cruz de San Andrés» y, finalmente, en 1995, el Cervantes. La actividad creativa de Cela se interrumpió en buena medida tras la concesión del Nobel. Por eso tardó diez años en terminar su última novela, «Madera de boj», que vio la luz en septiembre del 99.