Aspecto de la inauguración de la exposición en la Sala de Cultura de «Sa Nostra». Foto: M. FERRER

La Sala de Cultura de «Sa Nostra» de Eivisas inauguró en la tarde de ayer una exposición dedicada a la producción como dibujante de Wifredo Lam. En el acto estuvo presente su comisario, Roberto Cobas Amate.

-¿Cuál es la vigencia de la obra de Wifredo Lam?
-Celebramos el centenario de su nacimiento, pero él tuvo la suerte de que en vida se le reconoció su talento y su aportación al arte del siglo XX. A partir de una apropiación del cubismo y del surrealismo metabolizó ambas influencias hacia una interpretación original y poética de los cultos afrocaribeños que le eran propios culturalmente y a los que dio una nueva raíz plástica. Para él fue muy importante descubrir el arte africano en París, hacia 1938, época en la que estableció también una gran amistad con Picasso. Ese encuentro con lo africano cristalizaría a su regreso a Cuba, país al que regresó tras estallar la Segunda Guerra Mundial en Europa.

-¿Cómo repercutió su trabajo en la evolución de la propia pintura cubana?
-Tuvo repercusión, por supuesto, en el ámbito de la pintura cubana. A su regreso al país, en 1941, los artistas sienten su influencia y algunos asumen, no como imitación, los elementos de lo afrocubano. En un contexto más amplio, en el latinoamericano, Lam influyó en los pintores venezolanos de los cincuenta y también en alguno de los llamados expresionistas abstractos norteamericanos, quienes, al igual que Lam con la tradición caribeña, aunque posteriormente, recogen elementos de la herencia cultural norteamericana para plasmarlos en sus obras. En este sentido, el Grupo Cobra también recibió esta influencia de Lam.

-¿Cuáles son los ejes característicos de la evolución de Wifredo Lam?
-En general, creo que su arte tiene un trazo fundamental: va a resemantizar, a cargar de nuevos significados algunos de los géneros tradicionales de la pintura. Por ejemplo, los bodegones. Lam trabaja una serie llamada «Altares», naturalezas muertas con ofrendas a dioses afrocubanos. Asimismo, reelabora el retrato, en el sentido de que muchas de las figuras que pinta a lo largo de la década de los cuarenta tienen cuerpo de mujer pero el rostro es una máscara o son figuras con apariencia de elegancia pero con una parte de su cuerpo sustituida por una animal.

-Así, Lam aprovechó todas las culturas que conoció.
-Creo que, visto desde una perspectiva contemporánea, fue un gran globalizador cultural. O sea, una persona capaz de agrupar elementos de diferentes culturas y abrir sus significados para que desde tu propia perspectiva cultural puedas interpretar lo que te está mostrando un artista con una obra que ha trascendido en el tiempo y que ha obtenido el aplauso de la crítica europea y norteamericana, porque los códigos plásticos de los que parte están muy enraizados en la cultural occidental, como el cubismo y el surrealismo, sumados a la influencia del arte negro en el ambiente de París. Esta mezcla le permitió elaborar una poética comprensible tanto para los pueblos del Caribe como para Europa y EE UU. Tiene un lenguaje universal a partir de tradiciones culturales diversas de carácter histórico.

-¿Por qué la exposición abarca los 15 años que van de 1943 a 1958?
-Son los fondos del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana y recogen la época cubana de Wifredo Lam, situada entre 1941 y 1950, cuando regresa a París, aunque manteniendo un estrecho contacto con Cuba, con estancias periódicas. El contacto se manifiesta en los propios dibujos parisinos, embebidos de influencia cubana. En los dibujos de los fondos del Museo Nacional de Bellas Artes encontramos una iconografía de personajes que sirven en muchos casos como estudios preparatorios para grandes lienzos, con composiciones más complejas. Para ellos, Lam hacía un repertorio de personajes que usaba paulatinamente.

-Recuerda a la historia de la elaboración del «Gernika» por parte de Picasso.
-Sí, aunque en el caso de Lam no los usa de inmediato, sino que los deja madurar y, como si se tratara de un casting, va extrayendo estos personajes y los ubica en sus grandes composiciones, con periodos de hasta tres y cuatro años entre el dibujo y el lienzo.