La Porta de Jesús vista desde el final de La Rambla.

Hoy se cumplen los 100 años del decreto oficial que autorizaba el derribo de las murallas de Palma. En 1902 se iniciaron las obras de demolición de lugares tan emblemáticos como la Porta de Jesús, la Porta de Sant Antoni, el Baluarte Zanoguera, Porta de Santa Catalina y Porta de Santa Margalida. El proceso duró unos años, prolongándose hasta más allá de 1914. Tan sólo quedó en pie una parte de la muralla marítima, por la que aún podemos pasear. Para conmemorar este episodio (positivo o negativo, según cómo se mire) se van a realizar este año, desde las instituciones y partidos políticos, numerosos actos, con exposiciones y monográficos incluidos.

Con el derribo se perdió un importante patrimonio histórico y, por otra parte, se ganó en espacio e higiene. Célebre es el famoso episodio del destrozo de la puerta de Santa Margalida "monumento que estaba protegido en el siglo XIX" por varios ciudadanos de Palma, en plena faena nocturna. Las murallas eran vistas como un síntoma de decadencia y de suciedad. Muchos médicos abogaron por su destrucción, para dejar paso a un esplendoroso ensanche. Quedaban atrás siglos de esfuerzos y planes urbanísticos.

El 10 de agosto de 1902 se realizó un solemne acto oficial de derribo del Baluarte Zanoguera. La ciudad se abría así a los espacios abiertos, al ensanche. En 1870, la población vivía en su totalidad dentro del recinto fortificado, con una densidad superior a los 600 habitantes/hectárea.
La revista «Conèixer Palma» informa que «esta densidad fue posible edificando más pisos sobre las casas antiguas, lo que produjo una reducción de luz y aire». Eusebio Estada publicó el libro «La ciudad de Palma», en la que explicaba los inconvenientes que significaban las murallas, de dominio militar. Para demolerlas hacía falta la autorización del gobierno central. En 1873 se abrió una pequeña brecha en la Drassana y el Moll. Pasaron los años y ya entrados en el siglo XX, se dispuso que para su derribo completo era preciso realizar un plan de ensanche. El ayuntamiento hizo un canje: ofreció a los militares unos terrenos del Pont d'Inca a cambio de las murallas. Todo estaba preparado para la «modernización de la ciudad». Faltaba, no obstante, la autorización real. El 8 de agosto de 1902 se procedió a su demolición final.