El arte contemporáneo tiene en España una referencia considerada por galeristas, museos y coleccionistas como ineludible. Se trata de Arco, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid, que durante estos días, y hasta el próximo martes día 19, permanece abierta en los pabellones 7 y 9 del Parque Ferial Juan Carlos I. Y, de hecho, este año Arco es más grande que nunca, lo que ha permitido reelaborar su distribución, una tarea que ha corrido a cargo del arquitecto Vicente Salvador, junto a un equipo multidisciplinar.

El objetivo de la intervención de Vilaplana se basa en convertir Arco en una especie de pequeña localidad, con sus calles, avenidas y parques, para facilitar la visita de los aficionados al arte. Y aunque el resultado es interesante han surgido algunas voces discordantes que critican dicha distribución, alegando que si bien se han adaptado algunas vías anchas ha sido en detrimento de otras, un factor perfectamente visible en los márgenes laterales de los pabellones.

Es precisamente este problema de distribución y hasta cierto punto de masificación la que lleva a muchos a realizar una simple pregunta de difícil contestación: ¿Es Arco el marco ideal para la exhibición de arte contemporáneo? Hay que tener en cuenta, de todos modos, que el éxito de la feria no se basa, como en todas estas citas, en las cifras de visitantes, sino en las de ventas y, este año, los galeristas muestran su talante más optimista. Paseando entre los stands no es difícil ver caras alegres que no son más que el reflejo de la bonanza del mercado en la actualidad.

Pero no hay que pensar en Arco como en algo meramente económico, sino que hay que intentar participar de la fiesta y, en ese sentido, la feria ofrece múltiples opciones y oportunidades. En Arco es posible viajar en el tiempo de un modo vertiginoso. Así, el visitante puede pasar de la década de los cuarenta al pasado año 2001 sin abandonar los pabellones y reconociendo, al unísono, la evolución que las formas artísticas han desarrollado durante el último siglo.

Es esta una de las grandezas de Arco, pero, al mismo tiempo, uno de sus inconvenientes. Es realmente complicado asimilar la brutal cantidad de información visual que debe procesar cualquier visitante de la feria. Los siete días de apertura dan para un conocimiento extenso de lo expuesto si se le dedica buena parte del día a la tarea. En caso de estancias de menor tiempo la tarea se complica hasta límites insospechados y, aún así, para este fin de semana se esperaban más de 100.000 personas en la feria, todas ellas dispuestas a aprovechar al máximo su tiempo paseando entre arte emergente y obras maestras.

Por otra parte, Arco ha sabido diversificar su oferta. Son los casos de Project Rooms, Cutting Edge, Espacios Abiertos y, también, con la participación de un país invitado en cada una de las ediciones.