Tras su periplo por EE UU como primer tenor en el Metropolitan Opera House de Nueva York, Sándor Kónya regresó a Europa en el año 1980, fijando definitivamente su residencia en Eivissa, isla a la que dedicó un importante esfuerzo para popularizar la música clásica a través de la organización de conciertos. De este modo, y para llevar a cabo dicha tarea, fundó la Asociación Cultural Pro Arte, la cual continúa actualmente la labor emprendida por Kónya. De hecho, el tenor ha figurado como director artístico en alguna de las galas líricas organizadas por la Asociación.

Precisamente, Pro Arte ofrecerá el próximo día 7 de junio una gala lírica en el Centro Cultural de Can Ventosa, la cual estará dedicada a la memoria del prestigioso tenor. Según pudo saber este periódico, los restos mortales de Kónya serán trasladados a Palma para ser incinerados. Sus cenizas regresarán a la que fue su residencia ibicenca durante los últimos veintidos años. Sándor Kónya nació en el año 1923 en la localidad húngara de Sarkad e inició sus estudios musicales en la Academia Franz Liszt de Budapest. El estallido de la Segunda Guerra Mundial le obligó a trasladarse a Alemania, continuando su aprendizaje musical en Detmold y, posteriormente, Roma y Milán.

La categoría alcanzada como tenor por Kónya queda reflejada en esos dieciséis años en los que permaneció como primer tenor en el Metropolitan Opera House de Nueva York, pero anteriormente sus aptitudes ya habían sido puestas de manifiesto en escenarios como la Ópera de París, el Festival de Edimburgo, la Ópera de San Francisco, la Scala de Milán y el Liceu de Barcelona, escenario en el que su talento fue reconocido gracias a las interpretaciones ofrecidas e nlas representaciones de las obras de Wagner «Lohengrin» y «Parsifal», junto a Montserrat Caballé y Pilar Lorengar.

Su debut como tenor tuvo lugar en el año 1951 en Bielefeld, donde interpretó a Turiddu en «Cavalleria Rusticana». Entre 1955 y 1962 cantó , dirigido por Carl Ebert, óperas como «La Bohéme», «Madame Butterfly», «Aida» o «Carmen», entre otras, en la Ópera de Berlín. Su dominio de la obra wagneriana le llevó a recibir óptimas críticas tanto en sus actuaciones en directo como en sus grabaciones.