Carlos Poyal ha dedicado gran parte de su vida al teatro, tanto en Eivissa como en Madrid. Foto: MARCO TORRES

«El teatro, y el cine también, tiende a elevar actualmente la estética de la violencia». Así de contundente se muestra el actor Carlos Poyal al asumir el giro que la escena ha dado al tratar lo violento con las consiguientes exigencias para los actores, un colectivo que, en palabras del intérprete, «suele ser muy reticente a enfrentarse a escenas de violencia física». Aunque el propio Poyal ayuda a muchos de esos actores a hacer frente a este nuevo reto a través de su labor como docente de lo que se llama 'lucha escénica'.

En el teatro, la violencia ha sido reemplazada en muchas ocasiones por escenas alegóricas, «recursos poéticos que eviten la escena violenta». Pero hoy en día no es suficiente. «El critero actual es elevar la estética de la violencia de tal manera que la escena siga su curso incluso con una dosis mayor de lo que sería real».

Este nuevo tratamiento para la acción en teatro y cine llevó a diversos intérpretes y especialistas a unirse para formar Spes Stunts, una escuela dedicada a este apartado formativo y en el que se puede aprender acrobacia, lucha escénica, interpretación, técnica y técnica de especialistas. «Lo que pretendemos es buscar un cambio de estilo en la profesión», afirma Poyal, quien ya ha dado muestras de su saber hacer como docente en dos cursos consecutivos de lucha escénica impartidos al Grup Amateur de Teatre (GAT), del que formó parte en sus inicios como actor en la década de los ochenta.

«En mi área es primordial comprender el concepto de lucha escénica, llevar la violencia a otra realidad sin que el actor pierda la energía necesaria para el resto del montaje, para que pueda asumir la violencia como una escena más», señala Poyal, para añadir a continuación que «el actor debe ir más allá del miedo que pueda producirle dirigir la violencia contra otro actor». «Debe eliminar el dolor sin que se pierda realismo y espectacularidad», remarca.

Aunque no es una tarea fácil, puesto que, como recuerda este intérprete-profesor, «generalmente, al actor le da mucho miedo la violencia física, ya que se mueve en el terreno de las emociones y cuando la palabra no es suficiente suelen darse dos fallos: o se frena y se pierde credibilidad o se pasa y daña al compañero».

La falta de preparación de muchos actores encuentra respuesta, en palabras de Poyal, a la falta de tradición del teatro de aventuras en nuestro país. «Los clásicos sí usaban la violencia, pero en España no hay una tradición y no ha habido formación para los actores en este tipo de escenas y hay que recordar que en el teatro no se dobla al protagonista, como sí sucede en muchas ocasiones en el cine; es el actor el que debe hacerlo creíble». De ahí que exista una estirpe de actores «que recitan bien pero se baten fatal».