Jorge Oteiza abrió el camino a varias generaciones de artistas.

EFE - SAN SEBASTIÀN
Jorge Oteiza, uno de los grandes escultores españoles del siglo XX, falleció ayer tranquilo y en un estado de ensoñación en una clínica de San Sebastián donde permaneció ingresado durante los últimos dos meses, tiempo en el que confesó a sus allegados que se le acercaba la muerte. Antonio Oteiza, su hermano, reveló que el escultor llegó a decirle que estaba ya «acostado con la muerte», lo que demuestra su «clarividencia mental» pese al progresivo deterioro de su estado de salud debido a una neumonía. La muerte le sobrevino por una «parada cardiorrespiratoria provocada por un agravamiento de su estado general», consecuencia de los seis episodios de neumonía que padeció en los últimos meses, según el parte médico.

Pese a superar estas crisis, en los tres últimos días ya «no respondía a los estímulos» y quedó sumido en un «estado de ensoñación» y en un «coma respiratorio progresivo», por lo que no sufrió y tuvo una «muerte tranquila», precisaron los médicos. Sus familiares no querían prolongar artificialmente su vida y pidieron que el artista no fuera internado en la UVI y que no se le aplicara la respiración mecánica u otras medidas extraordinarias, por lo que los especialistas lucharon contra su neumonía únicamente con oxígeno, suero y antibióticos. El polémico creador, que tras varios litigios con el Gobierno vasco donó al pueblo de Navarra toda su obra, que quedará expuesta en un museo-fundación en la localidad de Alzuza, mantuvo «su genio» y su carácter «hasta el final» y, aunque se daba cuenta de su situación, decía a los médicos: «Vamos a por ello».

La enfermedad le iba minando y le convirtió en un «paciente debilitado», no sólo por su avanzada edad, 94 años, sino también porque ya no comía bien y no podía regalarse con lo que le gustaba: el marisco, el salmón, el chocolate o los purés de lentejas que le traía Begoña, la señora que lo cuidó estos últimos años, por lo que se tenía que conformar con alimentos pastosos, ya que con los líquidos se atragantaba. Considerado el patriarca del arte contemporáneo vasco, con reconocimientos como el premio Príncipe de Asturias de las Artes o la Medalla de las Bellas Artes, Oteiza también mantuvo una polémica pública con el otro gran escultor vasco del siglo XX fallecido el pasado mes de agosto, Eduardo Chillida, a quien acusó de plagio y con quien estuvo enfrentado durante tres décadas hasta que en 1997 ambos artistas se reconciliaron con un famoso abrazo en Hernani.