El pintor Arao Obana y su esposa Satoko, en la galería Marta Torres, donde el artista japonés presenta estos días una exposición. Foto: GERMÁN G. LAMA

JULIO HERRANZ «Lo último que le escuché fue: 'mañana estaré mejor, porque comeré los garbanzos que me hará Mendrugo' (Antonio Planells, el amigo que le acompañaba». Con estas palabras, Satoko Obana evocó a este periódico la última imagen que tiene en la mente de Vicent Calbet, el reconocido pintor ibicenco que murió en su casa de Fukuoka (Japón) en la primavera de 1994. No habían pasado ni dos días de su llegada, y ni siquiera llegó a ver la inauguración de la exposición motivo de su último viaje, muestra organizada por Arao Obana (el marido de Satoko), de quien Calbet era amigo desde que hace unos 30 años les presentó Esteban Sanz, un artista singular. Una amistad entrañable y duradera, lo que, dado que Arao no habla nada de español, no deja de ser sorprendente. Y es que la comunicación entre ambos pintores parecía estar en una dimensión superior a la del lenguaje.

El matrimonio japonés ha vuelto a Eivissa después de tanto tiempo por dos motivos. «Arao tiene ya 73 años y a lo mejor no tenemos ocasión de volver a la isla. Teníamos que devolver los cuadros de la exposición de Vicente, toda de toros, especialmente hechos para la ocasión. Tenemos que hablar con el Ayuntamiento. Estaría bien que los viera la gente. También queremos vender algunos, porque habíamos invertido mucho dinero en ellos. Esa fue la razón principal de que viniéramos, para que no se olvide el recuerdo de nuestro amigo. Pero además, también hemos aprovechado el viaje para hacer una exposición y sacar algo», relató Satoko Obana. La exposición sigue aún unos días en la galería Marta Torres de Eivissa.

Y Satoko sigue con el relato de las últimas horas de vida de Vicent Calbet: «Sí, era su primera visita a Japón. Le gustó mucho lo que vio, pero fueron sólo dos días. Fuimos a recogerle al aeropuerto; estaba muy cansado porque había sido un viaje larguísimo. Primero estuvo unos días en Barcelona para ver a algunos amigos, y encima vinieron por Malasia». Añadiendo detalles sobre la personalidad del pintor: «Tenía mucho miedo de las serpientes, no le gustaban nada; y en las montañas donde vivimos nosotros hay muchas. Pero también hay muchas mariposas, y eso sí que le gustaba. Vicente estaba muy interesado por la naturaleza y me preguntaba mucho sobre ella», precisó Satoko.

Una visita demasiado breve y fatal, pues Calbet murió mientras dormía el segundo día de su estancia en la casa de los Obana. «Fue por una parada del corazón; es lo que dijo el médico. Como estaba algo gordo, más el beber, fumar y las pastillas...», puntualizó Satoko, añadiendo que la muerte repentina en su casa del querido pintor les sumió en un fuerte dolor y una clara preocupación. «Pero fue precavido, prudente, porque tenía un seguro que lo cubrió todo. Menos mal, pues hubiera sido muy costoso para nosotros el traslado del cadáver y demás. Se notaba que estaba preocupado por hacer un viaje tan lejos, y había previsto hasta lo peor que pudiera pasarle».

Así, el cadáver de Vicent Calbet pudo ser repatriado a Eivissa y enterrado en el viejo cementerio de ses Figueretes. No pudo estar en la exposición, de la que el artista pudo al menos ver el catálogo y los cuadros bien enmarcados. «Le gustó cómo había quedado todo; pero qué pena que no pudiera asistir», subrayó Satoko, que durante la entrevista fue traduciendo a su marido lo que hablábamos, al tiempo que le preguntaba por algún detalle.

Según el matrimonio Obana, la obra de Vicent Calbet era bien apreciada en la zona de Japón en la que ellos viven. «Su pintura gustaba mucho por donde vivíamos nosotros. Hicieron un reportaje para televisión, presentándolo como un pintor singular de estilo algo bohemio. Quedó muy bien. Había hecho para la exposición una serie especial sobre las corridas de toros. La gente quería comprar, pero decidimos no vender y guarda su obra», concluyó Satoko Obana, quien nos remitió a Mendrugo para saber más detalles sobre el último viaje de Calbet. Le llamamos por teléfono, y aunque sin muchas ganas de hablar sobre tan doloroso recuerdo, accedió a vernos al mediodía del pasado viernes 12 en la galería Marta Torres. Sin embargo, la tormenta le impidió venir desde Formentera porque se suspendió el servicio marítimo.