Uno de los dibujos que presenta en la sala de cultura de Sa Nostra Max, primer Premio Nacional de Cómic.

JULIO HERRANZ

Hasta el próximo 9 de octubre la sala de cultura de Sa Nostra acoge la exposición Hipnotopía, que reúna una selección de las creaciones de Francesc Capdevila, 'Max'; como autor de cómic y de ilustrador de prensa, libros y carteles. Muestra acompañada de un amplio catálogo en el que el reconocido crítico Alberto Manguel hace un interesante análisis sobre su trabajo en un texto titulado El jeroglífico ambulante: genio y figura de Max, del que ofrecemos varios párrafos:

«La primera impresión que causa una visita a la Hipnotopía de Max es su coherencia, su complejidad, su calidad de mundo. Su geografía es múltiples: portadas, tiras cómicas, novelas gráficas, tratados iconográficos, ilustraciones como grafitti, grafitti como retratos, páginas escritas, citas visuales y textuales. Esta cartografía, sin embargo, no define más que los soportes sobre los cuales ese mundo se instala. El conjunto (el atlas, por así llamarlo) es otra cosa.

Nexo

Lo escrito y lo pictórico no se hallan, en la obra de Max, en campos opuestos. Juntos forman ese lugar que niega, y también requiere, la vigilia. El punto de partida de la obra de Max es el sueño: desde allí emprende sus viajes a través de la palabra y del trazo.

Nos equivocamos al creer que el dibujo y la escritura son gestos absolutamente distintos. En la madrugada de las artes, escribir y dibujar fueron lo mismo. Es imposible afirmar si al principio el dibujo de una oveja significaba oveja porque el trazo imitaba su contorno o porque el trazo era en sí mismo el signo oveja. Queremos creer que los primeros dibujos eran encantamientos, es decir, que conjuraban al espíritu o al dios que el animal de carne y hueso representaba; opinamos que la escritura fue el invento no de poetas sino de comerciantes ávidos de un documento que indicarla la compra y venta del animal. Pero no sabemos a ciencia cierta si para nuestros remotos abuelos el dios representado como una oveja no hacía de testigo de la transacción recordada, y si la escritura no invocaba a la divinidad que permitía la transacción. Todo documento, escrito o dibujado, es a la vez testimonio y magia».

Misterio

«El mundo que crea Max es a la vez palabras y dibujos. Prima el segundo porque es más inmediato, pero un examen detenido introduce una duda. ¿Y si el dibujo ocultase un texto que estamos destinados a desentrañar? A veces Max lo escribe él mismo (como en sus espléndidas Órficas o en su extraordinario Monólogo y alucinación del gigante blanco); pero a veces es el espectador-lector quien lo crea al dar vuelta a las páginas, como ocurre con Bardín el superrealista, obra en la que las palabras, cuando aparecen, hacen las veces de ilustración de los dibujos».

Dinamismo

«Es que las imágenes de Max nunca son estáticas, nunca unánimes. Poseen un dinamismo y una multiplicidad que constantemente las amplía y las desdobla: siempre sucede otra cosa cuando miramos sus obras. Son esencialmente metamórficas: como en el universo físico, nada se pierde en el de Max, todo se transforma.

Esta calidad pitagórica permite una pregunta. ¿Quién observa a quién en el mundo de Max? ¿Sus figuras, que no quieren ser documentales, son sin embargo de un realismo engañoso. Son reales y no lo son, lo cual permite que se deslicen hacia lo imposible sin alcanzar nunca su meta».

Genio

«El genio de Max (la palabra no es exagerada) pertenece al mundo engañoso de filósofos y mitógrafos. Tiene eso en común con William Blake (aunque no el misticismo mo ni el estilo) Ambos poetas pertenecen a esa escuela de creadores que no se contentan con reproducir el universo: necesitan crear otro para revelarnos el nuestro.

En Monólogo y alucinación del digante blanco, Max le hace decir a su héroe: «Trato de descifrar, de recordar. Es inútil. Si alguna vez supe lo que significaba esto, lo he olvidado». Y concluye: «Así que ahora soy una especie de jeroglífico ambulante y, muy probablemente, la única persona en el mundo que alguna vez pensó que todo esto podía tener algún sentido». Esas son las palabras; las imágenes que las acompañan explican y agrandan la definición. Esa singularidad, esa convicción, esa fe en un significado olvidado o tal vez nunca sabido, son las de cada agradecido lector.»

Max explicó a este periódico por qué había titulado Hipnotopías su exposición antológica. «Es una palabra que me he inventado partiendo de raíces y sufijos griegos: 'hipnos', sueño, y 'topos', lugar. El lugar de los sueños».

Un término «que resume mi trabajo de los últimos diez años; que es lo que se presenta en la exposición, que gira mucho en torno a mundos oníricos, el punto de vista en el que me gusta ponerme a la hora de crear una historia. No para hablar de puras fantasías absurdas y delirantes, sino al contrario, para hablar de la realidad, pero ahora desde una óptica distinta a la puramente naturalista», valoró el dibujante catalán residente en Mallorca, primer Premio Nacional de Cómic (entre otros galardones), añadiendo: «Para mí no es una vía de evasión o escapismo del mundo real, sino lo contrario, un método de exploración, dado que la realidad es muchas veces más delirante que cualquier delirio del subconsciente».