J. HERRANZ

La galería Via 2 de Eivissa acogerá a las 20,30 horas de hoy martes la inauguración de una exposición de pintura de Pedro María Asensio titulada Partituras de silencio, que estará abierta al público hasta el día 15. La muestra incluye 15 acrílicos sobre lienzo de formatos variados: desde un gran díptico de 4 x 2 metros, hasta obras de 1 x 1. Todas ellas inéditas, pero dentro de la línea constructivista que presentó en su exposición de la pasada primavera. «La técnica es complicada; necesita mucha precisión y cuidado, cuando se podría hacer mucho más fácil con las nuevas tecnologías. La pintura se ha quedado como algo arcaico, pero precisamente esa antigüedad es lo que confiere la magia que sigue teniendo», explicó ayer el polifacético artista conquense, residente en Eivissa desde 1977.

Una propuesta en la que Asensio pone de manifiesto una clara tensión entre lo racional y lo emocional, tirando más hacia el primer concepto. «No invento nada, sigo líneas que otros han seguido», apuntó, nombrando a Rothko como ejemplo de «la relación entre la cultura europea y norteamericana; mejor, neoyorkina»; realizando «un constructo del que él pudo prescindir». O señalando casos más próximos, de la misma isla, como compañeros del viaje a Ítaca que el arte exigente representa: Gilbert Herreins, Erwin Bechtold y Rafel Tur Costa; creadores que considera «un lujo para la isla».

Ante la pregunta de si se considera un pintor intelectual, Asensio se sinceró: «Soy un poeta metido a esto, pero no me interesa para nada usar la literatura para la pintura. Lo mío es pintura pura»; añadiendo que lo que más busca es «la quietud, la soledad y el sosiego»; y reivindicando el papel determinante del espectador, quien «pone tres miradas sobre la obra: una para el cuadro, otra al que lo mira y una más para la sociedad». Actitud, claro, que necesita tiempo, morosidad, atención y silencio.

En cualquier caso, con su lucha y su búsqueda por bandolera, es un artista exigente consigo mismo y con principios claros: «Procuro ser honesto y no meterme por laberintos que no conozco», aseguró. Pero sí en los laberintos familiares, como ese inquietante cuadro negro de estructura geométrica de cierto relieve con una pequeña cruz blanca como contrapunto tranquilizador. Un muestrario de propuestas «mucho más sobrias que las de la exposición anterior, aunque con algún elemento de conexión entre ambas», aseguró Pedro María Asensio, quien, en conjunto, llegó a calificar su trabajo como «una visión sugerida de la historia de la pintura».