Vicent Ferrer Guasch, en una imagen de archivo.

PEP TUR

El mundo del arte en las Pitiüses se tiñó ayer de luto al conocerse el fallecimiento a primera hora de la noche del pintor Vicent Ferrer Guasch a la edad de 91 años en la Policlínica Nuestra Señora del Rosario, en la que tuvo que ser ingresado hacía pocos días. El artista que hizo del blanco y de la luz de Eivissa parte fundamental de su discurso y de su bagaje en los caminos de la pintura había protagonizado hacía muy poco tiempo, el pasado mes de septiembre concretamente, su última exposición en la isla, en la galería Via2.

En aquella ocasión, Ferrer Guasch apuntó: «Sigo pintando cada día, por supuesto; es que no hay otra. Buscando la simplicidad y esa luz nuestra, que es única». Con esas simples palabras, el artista resumió de un modo certero su filosofía vital y artística, y para verificarlo no hay nada más simple que recorrer cada cuadro, cada imagen que tomó del entorno que más amó: su propia tierra.

Vicent Ferrer Guasch nació en el ya muy lejano año 1917, el día 18 de mayo y en Sant Antoni. Apenas tenía nueve años cuando sus inclinaciones artísticas comenzaron a hacerse patentes. De aquella época fueron sus primeras telas, el aprendizaje necesario para absorber la luz, para conocer el blanco. La II República le privó de su destino como militar, tal y como mandaba la tradición familiar, pero en cambio le dirigió hacia el bachillerato superior, que superó con altas calificaciones, aunque había otra enseñanza paralela, para la que fue de la mano del insigne pintor Narcís Puget Viñas, en cuyo taller siguió adentrándose en la pintura.

Su primera exposición data de estas fechas: en 1932 participó en la muestra colectiva Artistas noveles de Ibiza, en la Societat Cultural Ebusus.

En 1934, con el título de bachiller bajo el brazo, sus pasos le llevarían hacia Barcelona, ciudad en la que, tras obtener el título de maestro de escuela primaria, le sorprendería el estallido de la Guerra Civil en 1936. Sus vivencias de aquella contienda, durante la que trabajó como maestro en un orfanato y luego fue reclutado por el cuerpo de intendencia de las fuerzas republicanas, quedaron registradas en un Diari Íntim, que dio por finalizado en 1939, momento en el que viajó a Menorca tras la muerte de su padre.

Finalizada la guerra y tras ocupar un par de plazas de maestro en Cataluña, Ferrer Guasch finalizó sus estudios de Bellas Artes en la Escuela Superior Sant Jordi en 1946. Obtuvo la cátedra de dibujo de escuelas universitarias de magisterio, pero, al lograr igualmente la de cátedra de instituto solicitó un traslado para asentarse en el Instituto de Eivissa en 1962, plaza que ya no abandonaría hasta su jubilación veinte años después.

Aquel mismo 1962, la celebración de una exposición en el Círculo de Bellas Artes de Palma supuso el pistoletazo de salida para la formación del Grupo Puget, en el que, además del propio, Ferrer Guasch, figuraron Vicent Calbet, Toni Pomar y Antoni Marí Ribas 'Portmany'. Cuatro iconos del arte pitiuso que unieron sus obras en una exposición en El Corsario en 1964 y un año después en la sala de la Caixa de Pensions.

Los años ochenta suponen su consagración internacional y la celebración de la Setmana d'Eivissa i Formentera en Nueva York le une a la galería Walley Findlay a lo largo de tres años.

Su evolución como artista le liga cada vez más y más a las calles y fachadas de Eivissa, con la que realiza toda una gama de juegos geométricos en los que la luz y su incidencia sobre el blanco determinan los diversos planos del lienzo. Al mismo tiempo, su trabajo figura cada vez en más colecciones privadas y públicas. Además, su larga trayectoria le ha valido todo tipo de reconocimientos y galardones. Entre los más destacados se encuentran la medalla de oro en el 23er Saló de Tardor del Círculo de Bellas Artes de Palma en 1964 o la Encomienda de Número de la Orden de Isabel la Católica, que recibió en 1999. En 2006, el pintor recogió la Medalla d'Or del Ayuntamiento de Eivissa y el Premi Tanit, otorgado por el Consell.

Pero la larga y fructífera vida de Vicent Ferrer Guasch se quebró finalmente ayern noche. Apenas hace dos meses, el artista reconoció: «No he hecho todavía lo que pensaba, me falta mucho camino y creo que ya lo he recorrido. Pero, afortunadamente, no he encontrado aún ese cuadro ideal que he buscado siempre. El día que ya no viera nada más, ¿para qué seguir pintando? No me importa vender o no vender un cuadro. Tengo la edad y el dinero suficiente para mandar a hacer puñetas a quien sea».

Inquebrantable en su pasión por la pintura y con la sabiduría que aportan los años, en septiembre, Ferrer Guasch se declaró «realista» y mostró su enojo por la desaparición de una isla que ya no volverá: «Esa Eivissa ya no existe. Así que me dejo llevar por la imaginación. Mis cuadros son una evocación de la isla que hemos perdido. Pero no añoro la Eivissa de antes, porque añorar sólo es soñar y yo soy realista. La de antes no tiene nada que ver con la de ahora; desgraciadamente. Sólo que no se puede volver atrás. Y reconozco que la Eivissa de ahora es una porquería, en todos los aspectos; de la que son responsables los propios ibicencos, que sólo quieren dinero, dinero y dinero».

El ha partido, pero tras de sí ha dejado esa isla blanca, luminosa, que nos interroga desde el lienzo y nos pregunta cómo hemos podido permitir que vaya desapareciendo. Ferrer Guasch luchó contra ello con su arte, el que ahora nos ha legado.