J. HERRANZ

La inscripción con caracteres hebreos aparecida en la primavera de 2003 en una de las bases del baluarte de Sant Jordi podría ser totalmente falsa. Al menos así lo aseguró ayer a este periódico la historiadora ibicenca Neus Escandell, precisando que el 'trabajo' no se remontaba a los siglos XVII o XVIII, como entonces se llegó a especular, sino que fue realizado en el año 2000, añadiendo además los detalles de que lo hizo un ibicenco, por la noche y con un punzón. «No te puedo decir el nombre de quien fue porque prometí que no lo diría», precisó Escandell, asegurando que el supuesto fraude, que de ser cierto supone un claro atentado al patrimonio ibicenco, era ya más que conocido en la isla por varias personas más, sin que hasta el momento ninguna hiciera declaración pública al respecto.

Noticia sorprendente que podría haber seguido ignorada a no ser por la curiosidad y el interés de un lector de este periódico. Fue él quien ayer escribió a esta redacción con lógica indignación informando de la agresión que había sufrido la inscripción susodicha. «Paseando por la zona para hacer algunas fotografías, nos acercamos a hacerle una a la inscripción, ya que es uno de los poquísimos vestigios judaicos que tenemos en Eivissa. Cuál no seria nuestra sorpresa y profundas indignación al ver que, efectivamente, algún gamberrro le había ocasionado lo que el director del Museo Arqueológico ya profetizó en mayo de 2003», informaba en referencia al reportaje aparecido en este periódico el 11 de mayo de 2003 en el que Jordi Fernández, director del Museu Arqueològic, advertía de la posibilidad de que «algún salvaje no fuera con una picoleta y lo machacara». Razón por la cual el museo no había publicado nada sobre el hallazgo en cuestión, «porque queríamos saber primero si era interesante».

¿Broma sin gracia?

Consultado ayer el investigador y colaborador de este periódico Nito Verdera, volvió a insistir en las dudas que manifestará en la información publicada en 2003, aunque nos mostró un texto del Archivo de la Corona de Aragón del 3 de abril de ese año en el que, ante la consulta realizada sobre el caso por el especialista en Cristóbal Colón, le avanzaban que lo único que podían decirle de momento, por una serie de detalles visibles en la fotografía enviada, era que la inscripción de marras era moderna, «posterior al siglo XV, sin descartar, naturalmente, que fuera del siglo XX o del siglo XXI», precisaron en el Archivo.

Así están las cosas hasta el momento. Un caso realmente curioso y sorprendente, que esté periódico seguirá investigando para dejar las cosas lo más claras posibles. Porque, si como asegura Neus Escandell, todo es obra de un gracioso, sería de justicia que alguien revelara finalmente su nombre para que recibiera el correspondiente correctivo por semejante agresión a un bien patrimonio de la humanidad; pues maldita la gracia que tiene una broma tan estúpida.