El conjunto norteamericano contagió toda su energía a los asistentes al último concierto del Eivissa Jazz Festival que tuvo lugar en el baluarte de Santa Llúcia. Foto: MARCO TORRES

PEP TUR

Suele ser una constante en los últimos tiempos que los festivales de jazz se abran a estilos tangenciales para dar variedad y captar público. Una prueba de ello tuvo lugar durante la noche del pasado sábado en el baluarte de Santa Llúcia, donde los espirituales negros fueron los protagonistas de la mano de la agrupación norteamericana The Golden Gospel Singers, llegados desde Harlem y que finalizaban en nuestra isla su actual gira europea.

El grupo logró reunir a una ecléctica audiencia en el baluarte de Santa Llúcia, que respondió con entusiasmo a la propuesta religioso-musical que emanaba del escenario. El clásico de los clásicos, Amazing Grace, a capella abrió la actuación, con los cantantes iniciando el tema desde fuera del escenario y subiendo lentamente a él. El primer segmento del concierto fue el más ortodoxo, con el protagonismo repartido en su cuarteto cantante: Owen Nixon, Deidre Valentine, Jennifer Sheffield y Sarah Stephen. Desde el primer momento estuvo claro que el gran protagonista de la velada sería Jesús, y a él estuvieron dedicados la mayoría de los espirituales que con gran profesionalidad fueron desgranando en la hora y media larga de actuación.

Tras la introducción vocal, los teclados (Charles Creath y Brandon Landrum) y la batería (un jovencísimo Ernest Meredith) entraron en acción y grupo y público se transformaron. La fuerza y la intensidad con la que se desplegó el grupo desde aquel momento fue contagiando lenta pero inexorablemente al respetable, que, primero tímidamente, y luego con convicción fue respondiendo al requerimiento de Nixon para que cantara con ellos. Y ese fue el gran milagro de la noche. El público isleño, habitualmente recogido y contemplativo, se puso en pie para bailar al son del cantante, un prodigio de energía que no dudó, en un momento concreto, en saltar del escenario y bailar entre el público, ya completamente entregado. Si en un principio fue el Verbo, «y el Verbo era Dios», en el baluarte de Santa Llúcia, el Verbo se convirtió en música, en un torrente espiritual que incluso tuvo su instante de homenaje a James Brown, con imitación de baile incluida por parte de Nixon, convertido ya en el oficiante de una ceremonia que parecía capaz de hacer que las mismas piedras se levantaran y le siguieran.

Puede que no encajara del todo en un festival de jazz, pero la propuesta de los responsables del festival caló entre los asistentes, entusiasmados por estar allí.

Ain't Got Time to Die, Old Time Religion, Calling You Lord, Goin' Up Yonder, I Need a Church, It's All About You Lord, Precious Lord o Your Love is Real fueron algunos de los temas que The Golden Gospel Singers interpretaron en Dalt Vila, mientras Nixon explicaba que le habían asegurado que en Eivissa estaban las mejores voces del mundo y que, sin duda, era el lugar más hermoso en el que habían actuado.

Y así fue transcurriendo la noche, con el público bailando y con el grupo abandonando el escenario y preparándose para un bis que más de uno esperábamos que fuera Oh Happy Day. Y así fue, aunque en una versión reducida y mucho menos animada de lo esperado. The Golden Gospel Singers se despidió con un intimista tema final en el que todo el grupo, incluidos los teclistas y el batería, se colocaron al frente del esceanario para interpretarlo.

Objetivo cumplido. Entre amens y aleluyas, y con la Catedral como mudo testigo de las apelaciones a Dios, los asistentes abandonaban el baluarte satisfechos y la organización del festival lograba el objetivo de conseguir un nuevo lleno (lo que, afortunadamente, ha sido habitual este año tanto en Sant Pere como en Santa Llúcia). El Eivissa Jazz Festival llegó a su fin, sólo queda un año para repetir la experiencia.

La selección de grupos realizada por el Injuve se cerró el sábado por la noche con la actuación del Albatros 5et, el cual, por un problema de billetes de avión, quedó reducido a cuarteto, lo que en un principio no menguó la calidad de un concierto que se desarrolló a partir de piezas originales y que dio comienzo con la lectura de un poema de Ramón Peinado, fallecido recientemente y padre del guitarrista el conjunto, Enrique Peinado. Junto a él, sobre el escenario formaron Albert Cirera (saxo tenor), Llibori Albero (contrabajo) y Juan Manuel Nieto (batería). Abrieron su actuación, de unos cincuenta minutos, con La hora del recreo, tema al que siguió el muy interesante Sirena. Formado en Barcelona, el grupo demostró que, pese a que la escena jazzística está ligeramente de capa caída en la capital catalana, sigue existiendo una muy buena cantera de músicos, dispuestos a construir formaciones de buena calidad dentro del panorama del jazz nacional. En su actuación en el baluarte, Albatros se mostraron seguros y con una abundante suerte de recursos técnicos, bien plasmados en cada una de las piezas que interpretaron. Salvo el conjunto que actuó en la primera noche en el baluarte de Sant Pere, KB Connection, que se mostró algo tenso en la ejecución, tanto Skunk Project como Albatros han vuelto a poner el listón alto de cara a futuras ediciones del festival.