Al ser una muestra y no un certamen, la propuesta ofrecida la pasada semana en Eivissa es un referente de lo que se escucha, se crea y se vende en el género jazzístico tanto a nivel nacional como internacional. Hablar de madurez, con dos décadas de convocatorias a sus espaldas, sería algo ocioso, pues es una acción cultural ya bien consolidada; pero sí podíamos mencionar su serenidad y equilibrio.

Serenidad por el adecuado uso de las instalaciones que ofrece la isla para este tipo de eventos: el fantástico baluarte de Sant Pere, con su íntima atmósfera; el espacioso baluarte de Santa Llúcia, con su incombustible grada, y el popular Espai Eivissa del Mercat Vell, la mejor opción para presentar el jazz en el bullicio estival del puerto. Cada uno de estos espacios, acogió los diferentes grupos con evidente elección, demostrando así sabia organización por parte de los responsables. Tuvimos los grupos locales Sa bluesmafia i es galiardos y Alfredo Souza Trio en la zona del puerto; Eivissa Jazz Experience'09 y Joachim Kühn Trio en el acogedor baluarte de Sant Pere; y los más asequibles Niño Josele Quartet y The Golden Gospel Singers en el baluarte de Santa Llúcia. Hubo otras formaciones, pero menciono éstas como justificación de mis palabras.

Interesante fue la propuesta de la marchin' band (TBC Brass Band), que actuó como hilo conductor para unir en la emoción del jazz a los espectadores del Espai Eivissa con los dos baluartes. Serenidad tuvo también la puntualidad de los eventos que, retransmitidos (no todos) por Radio 3 en riguroso directo, fue de agradecer en la concurrencia de los grupos, dejando únicamente 15 minutos de pausa entre la primera y segunda formación, y que acabando más o menos (incluyendo los bises) sobre la una de la noche, no dejaba una sensación de agotamiento como en anteriores ediciones, lo que facilitó la fidelidad del melómano para los cuatro días que duró la muestra.

Equilibrio en las diferentes formaciones y en los diferentes estilos que se pudieron escuchar, fue otra de las constantes del festival. Por supuesto no me refiero, usando la expresión equilibrio, a la explosión de energía y creatividad manifestada por el Joachim Kühm Trio, sino en las variadas formaciones (trío, cuarteto, quinteto, otras... .) y colorido instrumental que se pudo escuchar (personalmente, eché de menos alguna apuesta tecnológica de otras ediciones) y en los diferentes géneros como el flamenco, el blues, hard bop, cool, fusión, etc... , que se auditaron y alguno de ellos se fusionaron en un calidoscopio sonoro en principio interesante.

Notable, con matices
En general, el nivel demostrado por parte de los artistas fue notable, pero con matices. KB Connection se mostró como un grupo competente y adecuados anfitriones del plato fuerte Kühm. A destacar la labor del conjunto en el diálogo con los diferentes solistas. Un temprano vértice se alcanzó con el Joachim Kühm Trio, que supuso para muchos un plato sobradamente suculento que restó apetito sobre los demás que le siguieron. La formación de Abe Rábade, con la simultaneidad de ritmos e incidencias en el folklore peninsular, tuvo difícil sobreponerse a la apasionada actuación del año pasado , aún rememorada en los oídos de los aficionados al género, aunque no faltaron instantes memorables en los diferentes solos de sus compañeros de equipo. Por supuesto, Abe Rábade, genial e interesante, se nos mostró como gran concertador de su equipo. Tineke Postma Quartet, sucediendo a la anterior formación supuso un punto de frescura tras el jazz español. Un valor seguro en el futuro jazzístico, conformado por sensaciones y ambientes sonoros de agradable placidez con otros de rabia contenida, la formación nos mostró una música cargada de drama, acentuada por los originales acentos percusivos y atmósferas fílmicas que embriagaban desde la primera escucha. A la vez tradicional y provocadora, esta intérprete (si no cae en la comercialidad de la estética) se sitúa como uno de los nuevos referentes en el saxo europeo.

Con un lenguaje nada convencional ,y muy cercano a la intelectualidad, se sitúa el grupo Points, que con una formación de cuarteto supo ofrecer unos arreglos interesantes, y una estética puntillista del aprecio por las notas y qué debía decir cada una de ellas, que obligaba al público a prestarles un atención inusual si se quería disfrutar de su exquisita musicalidad. No es una formación de escucha fácil, pero el esfuerzo en su audición satisfizo con plenitud los oídos más estrenados. Le siguió Niño Josele Quartet, provocando un contraste enriquecedor en la noche del viernes. Este guitarrista de amplia reputación en el mundo de flamenco, se aventuró en las cristalinas armonías de la música del genial Bill Evans, y el resultado fue unas veces previsible, otras interesante y otras arriesgado. Contando con una formación compuesta del gran Jerry González a la trompeta, Israel Suárez a la percusión y Alain Pérez al bajo, previsibles fueron los momentos donde sin apenas variaciones armónicas, el ritmo a cargo de la guitarra no supuso un gran acicate a los que esperábamos más de un músico de su altura. (Como gran intérprete del flamenco que es, la rítmica en todos sus palos, de sobras es dominada, pero la ciencia armónica, tan del gusto del estudioso del jazz, no). Interesante fue la fusión con la trompeta y la simetría de Evans con la asimetría del flamenco, pero arriesgada una de las últimas piezas de su actuación, donde, invitando a participar un cantaor, se desdibujó el papel de la trompeta en la formación y no se supo resolver con el mismo interés con que se comenzó su actuación.

El primer grupo del último día, Albatros 5et, mostró un jazz de correcta factura académica, con algunos momentos esperanzadores en cuanto a originalidad, pero con falta de bravura, sobre todo por la elección de los tempi y el orden en que dispusieron el repertorio. Interesantes también sus propuestas armónicas; en cambio, en los arreglos se echó en falta más garra, quizás por el hecho que faltaba un miembro del conjunto; de hecho, sólo tocaron cuatro. La muestra llegó a su final con la esperada formación de gospel The Golden Gospel Singers. Ansiada como plato fuerte del festival, fue la formación más comercial y del gusto popular de todas las que actuaron. Con cuatro grandes voces en primera fila (y una quinta en los teclados), no decepcionó la primera media parte, donde supieron conectar con el público; pero a partir de la inclusión de éxitos más comerciales, poco a poco la magia del inicio se fue diluyendo, sin llegar a culminar con el final apoteósico que muchos esperaban. El hecho de que instrumentalmente sólo estuvieran acompañados de teclados y una batería deslució bastante la energía que se esperaba de ellos (meses atrás actuó en Can Ventosa, con gran éxito, una banda de gospel sueca y es de justicia comentar que la energía del músico-intérprete no la suple un par de teclados). Fueron justos con la interpretación de los diferentes standars que el público esperaba de ellos, pero la energía de las voces, sobretodo del enérgico Owen Nixon, no fueron suficientes para cerrar con un sonado broche de oro el Festival de Jazz de este año.

Felicitaciones para los responsables del sonido, que, si bien algunas veces era exagerado el volumen, la calidez de la sonorización en los momentos más íntimos de la muestra fue muy de agradecer. Y ejemplarizante la acción recicladora de los vasos, que aportando su granito de arena, contribuyeron a una creciente idea global de protección del medio ambiente.