La galería Marta Torres de Eivissa acogerá a partir de las 20,30 horas de hoy miércoles la inauguración de una exposición de esculturas y dibujos de Anne de Harley (Bélgica, 1955), que estará abierta al público hasta el próximo día 10. Para la ocasión, la artista belga residente en Eivissa desde hace tres años ha seleccionado una veintena de esculturas y otra de dibujos realizados en el último lustro. Obras que giran en torno al tema de la feminidad, entendido en un sentido amplio, que incluye al hombre. La mayoría de las esculturas han sido realizadas en bronce, aunque de Harley también utiliza materiales leves, como algas y otros elementos de carácter marino.

Sobre las creaciones de Harley el crítico y catedrático de Filosofía Víctor Hugo Riego ha escrito: «El ejercicio de la libertad lleva al artista a centrar su vida en un motivo que le rehuye sin cesar: dar cuerpo a su vida. Para el escultor, una escultura no es tan sólo una cosa entre tantas otras, es algo que dirige una apropiación particular: la de uno mismo. Por ese motivo, Anne de Harley se enfrenta a una doble dificultad, puesto que se trata de sentir el mundo y a la vez hacer que su mundo sea sensible. La materialidad fluye de los sentidos y los sentidos se materializan».

Anne de Harley estudio Bellas Artes (especialidad de escultura) en Bruselas; y en su formación académica también figuran estudios de arquitectura interior en Estados Unidos y Bruselas. Ha expuesto su obra en su país natal, Francia y en Eivissa.

Erotismo y humor
En su reflexión sobre el trabajo de la artista belga, Riego precisa que «el erotismo de Anne de Harley se insinúa en su obra de manera metódica para dar paso a la rebelión. Un humor jubiloso e inesperado acompaña constantemente las formas que inventa. Sus esculturas, como sus dibujos, utilizan la sensualidad para tratar de alcanzar el corazón de su identidad, desde donde podrán brotar certidumbres».

Abundando en su valoración, el crítico añade otras consideraciones a su universo creativo particular: «Sus formas imaginarias de apariencia orgánica conduce el deseo hacia un mundo del después. Aquí no hay ingenuidad. Lo que nos sorprende es que el deseo persista aún después de haberse cumplido».

Concluyendo Riego que la escultora «habita en la fascinación y se interroga con madurez sobre los fundamentos de su feminidad. Y el espejo no le devuelve su imagen, sino formas y objetos extraños y poéticos que le hablan de su deseo. Creación y deseo conviven en armonía».