El artista, con una de sus obras.

El escultor británico Barry Flanagan (Gales, 1941) falleció en la noche del pasado lunes en la Policlínica Nuestra Señora del Rosario de Eivissa a los 68 años a consecuencia de una grave enfermedad. «Desde hacía cuatro meses había estado muy enfermo. Era una dolencia degenerativa del tipo de la que sufre el científico Stephen Hawkins», informó ayer a este periódico Christopher Stone, también escultor británico residente en Eivissa, amigo y colaborador durante un tiempo del prestigioso artista, añadiendo: «Era un grandísimo artista, muy valorado sobre todo en Gran Bretaña y en los Estados Unidos. Sin duda, uno de los principales escultores del pasado siglo», precisó Stone.

Por su parte, la directora del Museu d'Art Contemporani d'Eivissa (MACE), Elena Ruiz, que se sintió muy afectada por la pérdida de Flanagan, apuntó en la misma dirección: «Creo que es una de las figuras más importante de la escultura contemporánea; indiscutiblemente. Por lo que nos toca, creo que se nos va uno de los más importantes artistas, por no decir el más, que han pasado por esta isla. Desde luego, el más famoso y el más célebre», precisó Ruiz.

Barry Flanagan se instaló en Eivissa en 1987; desde entonces, alternó sus largas estancias en la isla con los continuos viajes por todo el mundo, reclamado por las principales galerías y museos.

Precisamente, donó al MACE en los 90 una obra suya a la que tenía un cariño especial: La cabeza de la diosa entre mis manos, titulada como el poema de Antonio Colinas en el que se inspiró. «Está hecha de bronce, un vaciado maravilloso a la cera perdida que representa el torso de una de sus mujeres después de haber tenido un hijo. El pedestal son piezas que recrean las zapatas tradicionales de las casas payesas; más una cabecita de bronce, a modo de pisapapeles, sobre el libro, abierto por la página del poema», detalló Elena Ruiz.

¿Su última fotografía?

La directora del MACE envío a este periódico una fotografía de Barry Flanagan que es posible que sea la última o una de las últimas que le hicieron. Fue el pasado junio, cuando el escultor, ya muy enfermo y en silla de ruedas, subió hasta la Sala Capitular del Ayuntamiento de Eivissa (donde el MACE presenta sus exposiciones hasta que terminen las obras de ampliación y restauración del museo de Dalt Vila) para ver la escultura. «Yo no estaba ese día; me llamaron las vigilantes y les dije que le hicieran una foto, pero fue con el móvil porque no tenían cámara. Luego le envíe un correo y me contestó (guardo el e-mail) en unos términos que me conmovieron, pues me daba las gracias por ver que tengo perfectamente guardada la pieza y expuesta en un lugar prioritario. Que sentía mucho no haberme avisado de su visita, pero que fue una decisión de última hora, porque no sabría si podría subir a Dalt Vila, ya que se movía ya en silla de ruedas», explicó la directora del MACE, añadiendo que poco tiempo después aparecieron por el museo una periodista y un fotógrafo británico que están preparando documental y le pidieron información sobre la relación de Flanagan con el museo ibicenco.

Ruiz recordó asimismo la exposición antológica que el MACE dedicó en 1992 conjuntamente a la obra Barry Flanagan y a Marcel Floris, otro notable artista extranjero (francés en este caso) que eligió la isla de Eivissa como refugio creativo para hacer su obra y que falleció en la isla recientemente. «Fue un mano a mano en el que había una larga serie de dibujos de Barry, muy rápidos, hechos a mano alzada con lápiz y sanguinas, que eran como muy ancestrales, conectaban con lo primitivo. Lo mismo que sus cerámicas, muy poco conocidas por los seguidores de su obra y que se expusieron para aquella ocasión. Eran de una estructura muy simple, estaban hechas a mano, sin horno y secadas al sol», rememoró.

La directora del MACE recordó que cuando Flanagan realizó La cabeza de la diosa entre mis manos, inspirada en un poema de Colinas, «no sabía que Antonio vivía en la isla». Fue ella la que puso en contacto a los dos artistas; «una historia preciosa», resumió ayer Elena Ruiz.

El poema que da título a la obra «estaba en una antología de Penguin de poesía española; libro que forma parte de la escultura, precisó Ruiz, quien al preguntar a Flanagan sobre qué hacer cuando el libro se estropee, le decía «que lo mantuviera así y que lo dejará envejecer; que no me preocupara». Y ante su insitencia por la vida efímera de un libro, el escultor la tranquilizaba diciendo: «Pues compras otro ejemplar y se acabó el problema».

Barry Flanagan, quien sentía un especial cariño por Dublín, donde vivo y trabajó desde mediados de los 90, recibió en 2006 un extraordinario homenaje con la gran exposición antológica que le dedicó el Museo Irlandés de Arte Contemporáneo.

Presidida por su obra The Drummer (de la serie de las liebres), donada por el artista al museo e instalada en la entrada principal, la muestra antológica reunía lo más granado de sus esculturas, con piezas realizadas entre 1965 y 2005.

En ella se resumía la trayectoria profesional de Barry Flanagan, que comenzó a finales de los 50 en Birmingham con estudios de arquitectura, al tiempo que iniciaba su formación artística, que continuó en Londres, Bristol y nuevamente Londres.

Durante los años 60 y 70 realizó importantes exposiciones individuales en los Estados Unidos y Gran Bretaña, destacando la que hizo en el MOMA de Nueva York y en la Rowan Gallery de Londres. En 1983 Flanagan donó un buen número de obras significativas a la Tate Gallery, que le organizó en 1986 una muestra individual, el mismo año que presenta vez su obra en España, en el Palacio Velázquez de Madrid.

La directora del Museu d'Art Contemporani d'Eivissa, Elena Ruiz, consideró dos facetas claves y complementarias en la personalidad de Barry Flanagan: «Muchas veces se ha hablado de su sentido del humor, presente en su serie más conocida, las célebres liebres volando. Pienso que éso es un episodio dentro de una larguísima carrera en la que sí que hay presencia de la ironía, faltaría más, pues era un hombre lleno de sentido del humor y de finísima inteligencia; pero creo que, fundamentalmente, Barry era un hombre profundo y serio; y su obra está cargada de muchísima espiritualidad, y conectada de alguna manera con lo primitivo. Como pasa en sus cerámicas, en las que están muy presentes esos elementos paradigmáticos de lo telúrico, de lo que pertenece casi a lo antropológico», subrayó Ruiz.

La directora del MACE destacó, asimismo, la importancia de Barry Flanagan como renovador de la escultura contemporánea, dentro de la tradición británica marcada por Henry Moore, Barbara Hepworth o Anthony Caro. Una obra que se inscribe en lo que la crítica ha llamado nueva escultura británica, dentro de una reconocida nómina en la que figuran nombres como Deacon, Tony Cragg, Anis Kapoor, Alison Wildin y Wenworth, entre otros.

En conjunto, la obra de Barry Flanagan es compleja y variada, de una pluralidad formal que rompe con los criterios reduccionistas. Como muchos compañeros de generación, otorga un valor absoluto a la libertad creadora que supere el corsé que supone en ocasiones la formación académica.