GUILLERMO ROMANÍ

Daniel Martin (París 1937), expone por primera vez en Formentera, una isla de la que es asiduo desde 1985 y en la que tiene muchos y buenos amigos. La muestra que presenta desde ayer y hasta el próximo día 19 en la Sala de Exposiciones de l'Ajuntament Vell de Sant Francesc es un amplio recorrido por los trabajos en mármol realizados a lo largo de la última década.

De personalidad ecléctica, Martin explicaba ayer que su primeros estudios fueron de teología, posteriormente fue periodista durante ocho años en La Tribune de Genève y luego en La Vie Protestante, aunque paralelamente desarrollaba su interés en el modelaje, la mecánica, la fotografía, la ebanistería y la escultura. Fue al cerrar su vida como periodista cuando decidió dedicarse a la ebanistería, o quizás fue esa vocación por trabajar la madera la que le hizo colgar la pluma; pero lo cierto es que tras un tiempo como ebanista, progresivamente se pasó a la escultura en madera y, era un paso para él casi inevitable, pasar a trabajar el mármol. Así en esta exposición hay un par de piezas en que estos dos elementos, en apariencia opuestos, la calidez de la madera y la frialdad del mármol, se funden en una obra indivisible.

Estilo indefinido

Porque Martin consigue que un material como el mármol con una apariencia fría e impersonal, tras pasar por sus manos adquiera una calidez y una dulzura sorprendente. «Cuando me enfrento a un bloque -dice el artista-, mi cabeza ya ha pasado antes por un período de reflexión», aseguró. Y cuando se le pregunta si sigue alguna corriente artística concreta, señala que no pertenece a ninguna escuela en especial y desafía la veleidad del encasillamiento. «No sabría definir mi estilo; para algunos soy abstracto, para otros no lo soy en absoluto. Yo pienso que soy bastante concreto en mi manera de interpretar y reflejar mis ideas; y procuro dedicarme mucho a los detalles ya que aunque la atmósfera es lo primero, nunca he trabajado con modelo, lo que hago estaba ya antes en mi cabeza», subrayó Martin.

El conjunto de la obra de este escultor francés, con nombre y apellido español y que va por la calle con un sombrero cordobés, muestra que es un artista apasionado por la mujer como fuente permanentemente renovada de inspiración; sujeto y objeto de su arte y de sus meditaciones. Con sus últimos trabajos Martin es ya su propio maestro en el que la fuerza no precisa de la grandilocuencia, el lirismo está por encima de la verborrea y la sensualidad deja atrás cualquier muestra de vulgaridad.