A principios de agosto se inauguró en Eivissa un monumento en homenaje al podenco ibicenco con un tamaño y coste desmesurado para épocas de crisis, 60.000€; y entre las numerosas citas o proclamas de políticos y técnicos, el presidente del Consell Insular d'Eivissa, Xicu Tarrés señaló que «es un reconocimiento obligado por su papel de siglos en la payesía y por ser uno de nuestros mejores embajadores» . Y por otra parte, destacaba que el ca eivissenc tenía una denominación de origen al estar perfectamente documentado que este tipo de perros tiene su origen en Eivissa. Origen en el territorio español, claro, pues como explicaba un cronista de este periódico el pasado 7 de agosto, «a falta de pruebas que lo demuestren, la hipótesis más aceptada por la mayoría de expertos es que deriva de perros que trajeron a Eivissa (de compañía o como cazadores) los fenicios o cartagineses en el siglo VII a. C.».
Lo cierto del tema, o así se desprende de templos y tumbas egipcias, es que el podenco ibicenco es originario de Egipto y que fueron, eso sí, los fenicios quienes a través del arte del comercio, que dominaban como pocos, introdujeron en las Pitiüses por un lado el animal y por otro la figura del dios que acabaría dando nombre a Eivissa, Bes.

Dos casos
Aunque no son muchas las representaciones de este animal que se conserven en buen estado en templos y tumbas, hay dos casos perfectamente documentados que aún pueden verse con total nitidez. El primero de ellos está en Qubbal El-Hawa, una colina en la margen oeste del Nilo, en Aswan, donde se excavaron unos 40 hipogeos de los príncipes de la isla Elefantina. Qubbal El-Hawa acoge en una escarpada ladera de arena y rocas las denominadas tumbas de los nobles, los gobernadores de Aswan; y en el caso de la tumba 36, la correspondiente a Sarenput I, no hay duda alguna de la importancia del personaje y de la relevancia del podenco.
Sarenput I fue gobernador de la provincia de Aswan (el Alto Nilo) en época de la XII dinastía, aproximadamente 1900 a.C. cuando era faraón Sesostris II y actuaba como lo que siglos más tarde oficiaría un virrey, sin apenas dar cuentas a sus superiores. Entre sus títulos honoríficos figuraba el de Superior de los Profetas de Satis. Su tumba es la mayor y la mejor decorada de todas las tumbas de la zona, está precedida de un patio rectangular, una portada de caliza y en el patio se conserva aún un pórtico de seis pilares que forman la fachada. La puerta de entrada se encuentra enmarcada con escritos y adornada a los dos lados por una escena del difunto en su harén a la derecha y otra rústica y cotidiana a la izquierda. Pues ahí mismo se puede observar, perfectamente grabado, un magnífico ejemplar de los predecesores del ca eivissenc.
En la tumba de Monthemhat, en la zona de Luxor (la antigua Tebas), y junto al gran templo de Hatshepsut contiguo al Valle de los Reyes, se pueden ver en el primer patio una escena de este personaje ante una tabla de ofrendas rituales y bajo su silla está perfectamente retratado el antecesor del podenco. También en la primera sala existente a la entrada de la tumba pueden observarse bajo relieves de un podenco, y muy cerca de él se ve a una persona con una par de conejos cogidos por la mano, lo que indica, según arqueólogos como los doctores Farouk Gomaa, egipcio residente en Formentera, y Xavier Martínez, director y asistente de la misión arqueológica en la tumba de Monthemhat, que el podenco habría sido tanto una mascota como un animal de caza, mientras que para la guerra se utilizaban otro tipo de perros más fuertes.

El descrédito del perro
Las informaciones recabadas respecto a la pervivencia de ejemplares predecesores del ca eivissenc en Egipto, explican en la mayoría de los casos que este tipo de perros desapareció hace muchos años, siglos en algunas zonas, y tan solo en el Egipto Medio había hace décadas algún que otro ejemplar que probablemente era de los últimos de su especie.
Curiosamente, mientras en el Egipto actual los gatos abundan por doquier y son mimados y cuidados en casas, templos, bares y tumbas, pues locales y visitantes siempre les dan algo de comer, por el contrario, los perros están en franca decadencia y los únicos que se pueden ver están famélicos, enfermos y vagabundean en arrabales o zonas en las que su futuro es algo más que complicado.