Kinoto, en el centro, con dos galeristas alemanes. | UH

El restaurante-galería Can Cires de Sant Mateu acogerá a las 20,00 horas de mañana viernes un pequeño acto de homenaje a Kinoto, nombre artístico de Miguel Àngel Ratto Carmisciano (Buenos Aires, 1942), cuando se cumple un año de su muerte por infarto a los 67 años de edad. Consistirá en una pequeña muestra de las obras del pintor y ceramista, más un serie de fotografías de sus etapas argentinas, barcelonesa e ibicenca. «Será una reunión a la que, desde aquí, invitamos a todos los amigos de Kinoto para tomar una copa y recordarle», apuntó ayer a este periódico Carlos Icardi, uno de los organizadores del encuentro junto con Mario Stafforini, ambos también argentinos residentes en la isla desde hace tiempo y viejos amigos del artista.

Se da la circunstancia que, precisamente, la última exposición de pintura del polifacético creador fue en Can Cires, donde estaba colgada aún cuando murió. «La obra que queda de él la tiene su viuda, Carmen, en su sitio de Sant Rafel. Donde vendía más era en Alemania. Las personas que están con él en la foto (en la muestra apuntada), son los dos mecenas de la galería que le apoyaba en ese país. Cada año iba a exponer allí, y cuando volvía me decía que lo había vendido todo», explicó Icardi, añadiendo: «En su casa apenas tenía obra, porque no era un pintor rápido. Retocaba mucho, pedía opinión a los amigos y no acababa de decidirse sobre cuando tenía que terminar un cuadro».

Viejos amigos

Junto a otros amigos y cómplices creativos, Icardi y Stafforini eran viejos amigos de Kinoto. «Yo le conocí en Buenos Aires cuando tenía 19 años; y por aquel entonces estaba en un grupo de pintores, La Chacarita; aunque la faceta principal que desarrolló en la isla era sobre todo la de ceramista», precisó Stafforini, quien recordó también el fuerte compromiso del recordado artista con la vida social de la isla. Por ejemplo, fue uno de los promotores de la plataforma contra las autovías. Compromiso por el que (con muchos otros) sufrió la represión policial que el movimiento vivió hace cuatro años.

Otro de los grandes amigos que Kinoto tenía en Eivissa fue el pintor y escultor uruguayo Julio Bauzá que, como él, se había instalado en la isla desde hacía ya varias décadas. El veterano y polifacético artista explicó el año pasado a este periódico con motivo de su muerte: «Desde hacía 30 años teníamos mucha amistad; siempre trabajando juntos en Sant Rafel. Últimamente estábamos ya en otros proyectos, porque había dejado la cerámica al jubilarse hacía dos años. Así, ahora andábamos con exposiciones, pinturas y otros proyectos; pero sin tantos agobios, disfrutando ya de la jubilación».