Manolo Fandos (Burriana, Castellón, 1928) ha estado trabajando dos años en un ambicioso proyecto de ilustraciones para El Quijote que tiene la intención de presentar en Eivissa, donde el reconocido pintor y dibujante residió entre 1967 y 1975, tras descubrirla en 1953, «siendo un estudiantillo de Bellas Artes». Un proyecto concretado en 50 ilustraciones, algunas bastante grandes, que me haría mucha ilusión exponerlas en el centro s'Alamera», apuntó el artista a este periódico, añadiendo: «Mi amigo Carles Guasch, que es mi mi representante o comisario en esto, por decirlo de alguna manera, se está encargando de la negociación, porque ahora estoy un poco ajeno a lo que se cuece en la isla».

Una serie sobre la obra magna de Cervantes que cree «de interés didáctico para los estudiantes, a quienes les encantan los cómics. Así, si vienen de los institutos, con la ayuda de los profesores para orientarles un poco de qué va el rollo, sería una forma maravillosa de introducirles en el libro», valoró el artista.

«Un poco de todo»

La trayectoria creativa de Fandos es bastante plural. «En pintura he hecho un poco de todo: figurativo, expresionismo, impresionismo, abstracto. En cuanto al dibujo, de siempre, cuando me cansaba de pintar me volcaba en el dibujo. Incluso, cuando estudiaba, me pagaba la carrera trabajando en los tebeos de Barcelona; siempre a pincel y tinta china. Esa experiencia me dio un buen dominio del tema, por lo que en este campo he hecho muchas cosas. Por ejemplo, en Burriana, Ilustré el libro Afrodita de Pierre Lotti», explicó el polifacético creador, que actualmente ha vuelto «a algo que tocaba al principio y luego no hice más, el retrato; y para empezar, he pintado un autorretrato», subrayó.

Locuaz y buen conversador, Fandos recordó a grandes trazos su trayectoria artística: «Cuando en el 57 terminé Bellas Artes me marché a París, pero Eivissa siempre estaba en mi cabeza como un paraíso para el reposo del guerrero o algo así, así que en el 67 decidí volver». «En París había hecho sobre todo abstracto, porque me atraía y entonces era maravilloso; pero luego tuve una especie de crisis creativa y personal y sentí la necesidad de algo que no había hecho, trabajar al natural. Así que quemé las naves de París y me vine a la isla para vivir en el campo. Me compré una bicicleta, y con mi caja de pintar hice una cantidad de paisajes formidables», resumió.

Al principio todo fue bien. «Vendía algunos cuadros para ir tirando de una forma más bien sencilla; pero la isla se fue haciendo cada vez más cara. Entonces pensé que había sido mucho tiempo extranjero de mi país, España; primero en París y luego en Eivissa, que entonces era territorio aparte. Por eso, cuando Paquito ya se fue quise vivir mi país en primera persona, por lo que me fui a Barcelona, donde hice oposiciones y me dediqué durante bastantes años a la enseñanza, hasta jubilarme», precisó.