Àngel Berenguer posa en el recientemente inaugurado Centre Gabrielet junto a varios de sus trabajos. | Guillermo Romaní

El ceramista Àngel Berenguer (Fraga, 1952) descubrió Formentera en 1970 y a principios de los 80 se instaló definitivamente en la isla. «Al principio pasaba los veranos aquí pero no me acababa de convencer la isla, tenía 18 años, aún tenía que hacer muchas cosas en la vida, estudiar, viajar». Fue en esa época cuando conoció a Gabrielet, «en las fiestas que hacía en su casa, en las paellas, los happenings, era una época en que siempre había gente, mucho movimiento en su casa y a su alrededor».
En esta fase de su vida Berenguer no sentía atracción especial por la cerámica, «no tenía ni idea de lo que quería ser o hacer, claro que eso me sigue pasando ahora», dice con una carcajada que le sale a borbotones de detrás su gran barba blanca
Berenguer, sentado junto a la Sala de Exposiciones saboreando una cerveza y un cigarro, reconoce que Gabrielet fue su maestro; éste a su vez reconocía que su aprendizaje becado en Italia fue fantástico. Cuando le señalan que hay muchas imágenes que recuerdan de inmediato a su mentor, Berenguer reconoce que es lógico, después de diez años trabajando juntos algo se te ha de pegar «para mí es un elogio, lo peor sería que no hubiera sido así. Me transmitió que se aprende a través de la libertad y de la propia intuición».

Para los pescadores
La exposición que presenta se titula Pescadors de Formentera y consta de diez murales, un plato, un jarrón y cuatro botellas, todas ellas relacionadas con el mundo de la pesca. La muestra no es un reflejo de un paisaje interior, sino un homenaje a un oficio que él cataloga como «muy duro».
Se trata de un homenaje al mar a través del fuego como contrasentido vital con el que reflejar un mundo líquido utilizando el fuego. «Antes vivía en el Pirineo y en esa época, si nevaba te quedabas aislado en casa frente al fuego», rememora. Ese fuego ahora es imprescindible para cocer sus piezas, pero el mar también estaba presente en su vida ya que visitaba muchos lugares de la Costa Brava hasta que en Formentera encontró «otro mar, un mar que aún era virgen y que viendo las embarcaciones de entonces supe que aquí podría pescar, que aún había pesca aunque ahora ya no puedo decir lo mismo».

Paleta propia de colores
Àngel Berenguer señala que los ceramistas tienen su propia gama de colores, sus fórmulas magistrales únicas e irrepetibles. A diferencia de los pintores, explica, que compran tubos y hacen mezclas o usan directamente la pintura, los ceramistas «buscamos nuestros colores, lo hacemos a base de mucho trabajo, de muchas pruebas y a veces de muchos fracasos» y añade que «se trata de un trabajo de investigación de muchos años que finalmente hace que cada ceramista consiga sus propios colores».
Los pigmentos que utiliza son básicamente óxidos metálicos, de hierro, cromo, cobalto, cobre y también sulfatos y carbonatos. Eso lo mezcla con una base cristalina: «También ahí, en las bases cada uno la hace a su manera. Como por ejemplo, feldespato, cuarzo, talco, arcilla de Albany muy típica para cristalizaciones de colores», explica. «Yo utilizo mucha tierra de Formentera y también de Eivissa que fundo y hago cristalizar como base de los pigmentos metálicos.