Manuscrito del poema que Villangómez le dedicó al historiador ibicenco en 1964.

Nadie imaginaba el pasado miércoles que la gala de entrega de los Premios al Mérito Ciudadano que otorga el Consell d'Eivissa serviría como escenario ideal para sacar a la luz una joya poética de Marià Villangómez que había permanecido oculta durante 47 años. La pieza manuscrita, datada de 1964, estaba dirigida a Bartomeu Escandell, el catedrático que durante la gala recibió la Medalla d'Honor i Gratitud por parte de la máxima institución insular y que, una vez finalizado su discurso de agradecimiento, aseguró que «estaba obligado a hacer una restitución a Eivissa y a las letras ibicencas» y que «difícilmente podría encontrar una ocasión mejor que este excepcional acto».
Bartomeu relató a los asistentes la magnífica historia que esconde este poema, que de alguna manera fue el motor de su obra Ibiza y Formentera en la Corona de Aragón y que definió como «una joya poética, pienso que la más emocionante y hermosa de las compuestas por Marià Villangómez». El motivo de que Escandell se haya visto obligado a mantenerlo oculto es que hacía referencia a unas revelaciones históricas concretas que aún no habían sido publicadas y sin las cuales, el texto carecía de sentido.
Ahora, tras haber sido recogidas en el último tomo de esta colección, el historiador aseguró que los versos de Villangómez «pertenecen a Eivissa y debían ser restituidos sin falta».
Antecedentes
La amistad entre ambos autores se remonta a la etapa en que Escandell iba al instituto y se prolongó a lo largo de los años, cuando éste inició los estudios de Filosofía y Letras, entre otras carreras. Tanta era la curiosidad de Villangómez, quien se vio forzado a estudiar Derecho por su padre, que Escandell aseguró que, «incluso puede decirse que estudió la carrera a través mío, por libre, con sus preguntas». Así, el poeta ibicenco «fue conociendo cómo el conocimiento histórico es siempre producto de una estructuración y avances científicos y le llevaron a insistirme en que los aplicara a nuestras Islas», recordó Escandell, que siempre paraba a Villangómez recordándole que la vida laboral le impedía siquiera pensar en ese proyecto.
Fue durante las vacaciones de 1963 cuando Escandell avisó a Villangómez de que «si una vez jubilado escribía el libro, no podría silenciar el dramático balance histórico de nuestras Islas (miseria y barbarie, estancamiento humano, increíble retraso material e incultura) que figuraban en los documentos de tres eminentes personalidades del siglo XVII que vivían en las Islas: el Intendente del Reino de Mallorca, Vargas Ponce-Marí; el director de la Real Academia de Historia; y el obispo Abad y Lasierra».
La reacción de Villangómez ante la inmovilista dominación feudal de la Iglesia de Tarragona sobre las Pitiüses durante 500 años no se hizo esperar. «En enero de 1964 me hizo llegar su poema a Salamanca», rememoraba Escandell el miércoles, «utilizando un armonioso sistema de interrogaciones, desnudaba su alma catalana, refutaba mis temores y, considerándome su amigo del corazón, me instaba a no callar».