El director Günter Schwaiger ajusta una cámara, antes de comenzar a rodar.

La cinta del austríaco Günter Schwaiger Ibiza Occidente ha sido seleccionada para estrenarse en el Montreal World Film Festival. El director, que reside en Madrid desde hace diez años, ha retratado las experiencias de nueve personajes que guían al espectador a través de un viaje cuyo fin es ofrecer una versión global de diferentes aspectos artísticos de la Isla, huyendo de tópicos y prejuicios. «En Eivissa hay cultura más allá de los clubs y creo que la música tradicional ibicenca y su convivencia con las discotecas ha permitido hacer de éste un lugar muy musical», aseguraba ayer el director, que en septiembre ofrecerá un pase privado de la cinta en la discoteca Space, uno de los escenarios que aparecen en el documental y que permite, según el realizador, «unir la cultura del cine y la cultura de club».

-¿Cómo recibió la noticia cuando le comunicaron que 'Ibiza Occidente' se estrenaría en Canadá?
-Debutar en el festival de Montreal es un honor, ya que te abre la posibilidad de difundir tu cinta a nivel mundial. Queríamos estrenar el documental en un festival de verano ya que en él se retrata Eivissa en esta estación. Para cualquier realizador es un sueño estrenar su película en un certamen de esta categoría.

-¿Qué le impulsó a grabar este documental?
-En Eivissa, aparte de la imagen que se vende, hay mucho arte, muchos artistas, es un universo complejo y sorprendente. Creo que la Isla, tras unos años de bajón y redefinición, está en un momento altísimo. Basta mirar cómo todo lo que se prueba en la música electrónica se hace en la Isla o cómo músicos, estudios, productores trabajan aquí. El atractivo y la capacidad que tiene este lugar para atraer talentos y convertirlos en estrellas es innegable.

-La tradición cultural no contempla, de momento, el trabajo de los Djs como arte, ¿cuál es su opinión al respecto?
-Es un camino diferente por recorrer que no necesita la aprobación de las élites intelectuales. La música electrónica se vive en festivales, en discotecas, no se vive en galerías ni en museos. Es un arte muy vivo, muy joven, que se experimenta en el instante de manera participativa, sin la necesidad de ser contemplado, colgando de una pared. En los próximos años, muchos tendrán que rendirse a la evidencia de que aquí hay mucho arte.

-¿Qué es lo que ha intentado reflejar en su documental?
-A través del retrato de músicos, productores, promotores, dueños de discotecas, ibicencos que trabajan en la hostelería, entre otros, he intentado ofrecer un retrato humano de la gente que pone en marcha la maquinaria del ocio en Eivissa. Me interesa ver cómo son, cómo trabajan, el empeño que ponen, reflejar su talento y el día a día de estas personas. Eivissa es un sofisticado engranaje de ocio, uno de los más importantes del mundo. Cuando se crea el prejuicio de que Eivissa es fiesta y desenfreno, sin entrar a valorar si es bueno o malo, te das cuenta de que es posible gracias a la unión de mucha gente con talento que lo da todo.

-¿Por qué aparece 'Occidente' en el título de su película?
-Como occidentales necesitamos la celebración, estar rodeados de belleza, sentirnos bien porque nuestra vida cotidiana no nos da lo suficiente. Todo tiene que ser rápido e intenso porque nuestra vida es así.

-¿Conoce Eivissa fuera de temporada?
-La película comienza justo antes de que arranque la temporada y termina cuando ésta finaliza, antes del invierno, lo que me permite reflejar un contraste. El documental también muestra la vida tranquila, el cambio de ritmo, la intensidad del verano y el descanso invernal. Me parece algo inteligente de la propia isla.

-¿Rodar 'Ibiza Occidente' le ha permitido superar sus prejuicios o reafirmarse en ellos?
-Antes de rodar conocía poco la Isla, lo reconozco, pero me interesaba profundizar en lo que la gente me contaba de Eivissa. Las opiniones y prejuicios que tenía me permitieron acercarme mucho más a la isla y descubrir que hay algo más allá de las frivolidades. Me sorprendió muchísimo la calidad humana de la gente. Me limité a observar y me reafirmé en que todos los chichés son algo muy superficial.