Una escena del primer acto de ‘Tosca’, el lunes en el Palau de Congressos.

Una larga, cálida y entusiasta ovación de varios minutos, y con el respetable en pie, puso el broche final el pasado lunes al estreno en el Palau de Congressos de Santa Eulària del montaje de la Tosca de Puccinidirigido por Armin Heinemann. Un trabajo difícil, complejo y resuelto con eficacia, talento y disciplina que vuelve al mismo escenario hoy miércoles y el viernes 14 (21h), más el domingo 16 (19 h).

Prácticamente lleno, los melómanos degustadores de otras músicas, y no por la que Eivissa es popular en medio mundo, también respondieron a pesar de la crisis a esta sexta entrega del Festival de Ópera que organiza el arquitecto, diseñador y director de escena alemán residente en la isla desde los 70. Un tenaz defensor del bel canto empecinado en convencer a propios y extraños de que Eivissa tiene también público para saborear un arte tan exquisito. Así, en su alocución previa al levantamiento del telón volvió a insistir en la necesidad de que la isla apueste también por otras músicas: «La cara cultural más espiritual de la isla necesita más apoyo y desarrollo», dijo Heinemann a una audiencia entre la que estaba el presidente del Consell, Vicent Serra; el alcalde de Santa Eulària, Vicent Marí, y la consellera de Cultura, Pepita Costa, entre otros representantes políticos ibicencos.

«Ilusión y generosidad»

El responsable último del proyecto destacó asimismo «la ilusión y generosidad» que habían puesto el centenar de participantes (entre músicos, cantantes, coro, bailarín y figurantes) que participa en esta Tosca, poniendo su auténtico amor al arte por debajo de su caché habitual. Una entrega casi quijotesca si quieren, pero tan necesaria en unos tiempos en los que la mejor cultura está siendo castigada institucionalmente como si fuera también ella responsable de una crisis que beneficia a los especuladores y castiga al trabajo creativo y productivo.

Como en las anteriores ocasiones, uno de los problemas más arduos de sortear fue el limitado espacio del escenario, resuelto en esta ocasión con una sugerente solución escénica: cortarlo por una cuadrícula de separación, con la escena principal en primer plano y la complementaria, más o menos onírica y poética, en un segundo plano difuminado.

Como uno no es crítico sino sólo aficionado, me resulta delicado destacar la labor de unos sobre otros en el conjunto del montaje. Así que será mejor que sólo señale a los protagonistas: Dirección musical, Daniel Martínez Gil de Tejada; dirección de escena, Armin Heinemann, responsable asimismo de la escenografía, vestuario e iluminación, junto a Jull, Stuart Rudnick e Inés Sarmiento, respectivamente. Maribel Ortega (Tosca), Albert Deprius (Cavaradossi), Toni Marsol (Scarpia), Juan Carlos Esteve (Angeloti), Lluís Martínez (sacristán, sciarrone y carcelero), Diego Roman (Spoletta). El bailarín ibicenco José Carayol, la Orquestra Simfònica d’Eivissa i del Penedès y el Cor Ciutat d’Eivissa, dirigido por Miguel San Miguel.