Berto Romero e Iván Rodríguez (al fondo), ayer en Can Ventosa. | (c) Sergio G. Canizares

«Si las palabras hablasen...». Ese es el consejo que Berto Romero aseguró ayer que le dio su madre cuando le solicitó ayuda para afrontar su vida. Y por lo visto en el espectáculo La apoteosis necia que presentó ayer en el III Festival del Humor en Can Ventosa decidió hacerle caso. Es cierto que es un consejo un poco inútil («por lo menos termina la frase», dice que le dijo a su madre), pero de las palabras, de la habilidad para colocar unas tras otras para conseguir arrancar carcajadas al público Berto demostró que sabe mucho.

Con un poblado bigote, sus gafas sin cristal («las llevo porque con esta nariz que tengo puedo llevarlas») y unas largas patillas, el cómico mostró una aceptable habilidad para cantar y una extraña concepción de lo que es el baile, sin dejar de lado algunas apreciaciones sobre la Isla, como por ejemplo la discoteca de Guetta en el aeropuerto («si habéis dejado que la monte los tontos sois vosotros, no él»), las vacaciones del Imserso («están devorando el litoral») o el propio nombre del teatro tras revolcarse por el suelo («está comido de mierda el teatro; se llama Can Ventosa y claro chupa toda la porquería»).

Irreverente desde el inicio, con una hilarante versión de la pasión de Cristo con apóstoles convertidos en punkis y Dios como el único usuario de internet del universo («él siempre era trending toppic»), Berto Romero ha construido su espectáculo partiendo de su familia y sus hipotéticas experiencias personales, pero solo para usarlas de trampolín para viajar de una historia a otra, un mundo en el que se nota su devoción por Pepe Rubianes, por ejemplo. Con su propia voz cómica, Romero parece haberse sacudido con elegancia la influencia de Andreu Buenafuente para crecer sobre el escenario mientras nos cuenta las peripecias de un padre incapaz de pronunciar la ‘n’, una abuela convertida en trasunto de Darth Vader o una madre colocada tras tomarse las extrañas aspirinas encontradas en un cajón de su hijo.

Y todo ello aderezado con una suerte de números musicales, en los que estuvo acompañado por el guitarrista Iván Rodríguez,k que ayudan a relajar el ritmo de un espectáculo que dejó un muy buen sabor de boca entre el respetable de las dos funciones que ofreció.