Los siete integrantes de la compañía en un momento de su nuevo espectáculo, que recala esta semana en Eivissa.

El arte para llegar a la inmortalidad. Sobre el escenario, siete hermanos (Elías, Judah, Josua, Cristo, Israel, Aarón y Josué) reflejan esa idea durante noventa minutos en Aeternum, el nuevo espectáculo de Los Vivancos, que este domingo a las siete y a las diez de la tarde se presenta en Can Ventosa. En este proyecto, la compañía ha contado con la colaboración de personas como Daniele Finzi, creador de Corteo para el Cirque du Soleil; Julie Hamelin, cofundadora del Cirque Éloize, y Fernando Velázquez, autor de la música de películas como El orfanato o El mal ajeno. Elías Vivancos asegura que «no es un musical, no es danza, no es circo, pero tiene elementos de todos ellos».

—¿Cómo definiría ‘Aeternum’, el espectáculo que acaban de estrenar y que presentarán este fin de semana en Eivissa?

—Creo que es difícil definir esta obra con palabras. Combima mucho estilos: el flamenco con lo clásico, con artes marciales y también circo. Además mezcla musicalmente muchos elementos. En esencia la obra aúna el virtuisismo con la espectacularidad. No es un musical, no es danza, no es circo, pero tiene elementos de todos ellos unidos sobre el escenario.

—La inmortalidad siempre ha fascinado al ser humano y en vuestro espectáculo la sublimáis a través del arte. ¿Cómo surgió la idea del espectáculo?

—El mensaje en el que se basa es que como hombres tenemos un tiempo limitado en el mundo, pero a través del arte se puede rozar la eternidad. Se representa a través de alegorías de lo eterno; hablamos mucho del alma, con ángeles, demonios y fantasmas. Es un poco paradójico, porque parece una obra dedicada al poder físico, porque explotamos mucho los límites del cuerpo, pero al final el mensaje es que el alma es más grande.

—El cartel con el que han contado en ‘Aeternum’ puede ser considerado de lujo. Desde Daniele Finzi a Julie Hamelin, pasando por Fernando Velázquez y la Sinfónica de Budapest, ¿Cómo ha sido trabajar con todos ellos?

—Ha sido un auténtico lujo. El tener detrás de nosotros una gira de seis años recorriendo casi todo el mundo con un millón de espectadores nos ha permitido llegar hasta esta gente. Son ese ojo externo con el que no habíamos trabajado. Al ser una compañía formada por hermanos somos una piña muy cerrada. Queríamos un espectáculo más maduro y ellos han ofrecido el contraste. Donde nosotros ponemos lo físico, Finzi busca el detalle y la fragilidad del artista, por ejemplo. Por lo que respecta al tratamiento musical, es una de las apuestas más arriesgadas del espectáculo. No sabíamos como podía resultar una sinfónica tocando palos de flamenco uniéndolo a su vez con un conjunto de rock y el resultado final ha supuesto muchas horas de trabajo. Por su parte, Fernando tiene un talento increíble, aunque lo llevábamos un poco loco. Nuestras forma de trabajar es tener a los músicos en el aula mientras la obra se va formando y el lenguaje de Fernando es el del cine. Es completametne diferente, ya que está acostumbrado a trabajar sobre imágenes y nos pedía vídeos, pero nosotros insistíamos en llevarle al estudio en el que ensayábamos. Al final conseguimos encontrar un punto intermedio.

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