Aunque todavía quedan muchas incógnitas por resolver, el descubrimiento que se hizo hace unos años por parte de los técnicos de Medi Ambient en sa Conillera y los arqueólogos María José Escandell y Ricard Marlasca fue todo un éxito.
En febrero de 2009, en un paseo de trabajo de la técnica de la reserva en sa Conillera, Virginia Picorelli Sastre, encontró por casualidad, restos de un cráneo humano que sobresalía en la superficie muy cerca del camino que cruza el centro de la isla.
Tras el asombro, Mariana Viñas, directora de la Reserva Natural de es Vedrà, es Vedranell i Illots de Ponent, da el aviso a dos arqueólogos de la empresa Posidònia S.L. Estos llegan a la isla con la policía, y enseguida se ponen a investigar para determinar la naturaleza de los hallazgos encontrados, y para que no se degraden otros restos presentes.
Tras un exhaustivo y delicado trabajo, se excavaron en total tres enterramientos que se encontraban muy cercanos entre ellos. Los tres casos eran muy distintos entre sí, cada uno tenía sus peculiaridades. El entierro número 1, parece ser una fosa simple, pero el entierro 2, recuerda a una cista, que es una forma de caja, aunque en este caso con losas de caliza de la zona que se empleaba para hacer las paredes. La cubierta, sin embargo, no se encuentra en la cista, pero se cree que hubiera podido ser removida. Por último, el entierro 3, al igual que el 1, era una fosa simple excavada en la tierra y tapada con losas de caliza muy planas.
Aparte de estas tres excavaciones, también se realiza otro hallazgo importante, y es otro recorte en la tierra, dónde se hallan huesos incinerados de un cuarto individuo.
Todo este tipo de descubrimientos hacen que se remonten al siglo XVI, dónde los estudios antropológicos hablan de individuos de tipología mediterránea oriental, concretamente, se habla de turcos de sexo masculino, muy jóvenes, de entre unos 20 y 24 años de edad con unas malformaciones en los brazos debido a sobreesfuerzos, y con una deficiencias alimentarias que se apreciaban en los defectos que tenían sus dientes.
Estos jóvenes murieron de forma muy violenta. El 1 presentaba numerosos cortes en la cabeza y el cuello, y por si fuera poco, todos habían recibido tiros en la zona abdominal.
Se cree que ninguno de ellos tuvo un ataúd, porque no se ha encontrado ningún resto que lo indique, y también que todo señala a que fueron enterrados completamente desnudos.
Debido a estas investigaciones, se afirma que los entierros debieron ser muy precarios, con muy pocos medios y con una cierta improvisación.
El hecho de que estos entierros se realizasen en lugares poco habitados y con todas estas características que se han nombrado, apuntan a pensar que se trata de entierros realizados por piratas, que tras salvarse de los ataques acontecidos, tenían que enterrar a sus compañeros muertos.
La isla de sa Conillera, era un lugar bastante apartado de Eivissa y era perfecto para enterrar rápidamente cadáveres, y así, no tener la preocupación de ser atacados por los pobladores de la isla, que se tenían que defender de estos piratas.
Todas estas circunstancias, hicieron pensar en que los principales ataques piratas en Eivissa coinciden con el máximo apogeo de sus ataques en todo el Mediterráneo. Todo ello, debido al tratado de 1534 entre los franceses y el turco Soliman para actuar contra el imperio español.
La situación llegó a ser tan grave y peligrosa que, antes de la batalla de Lepanto, Felipe II se plantea la evacuación de las Illes Balears.

Los ataques
La presencia de barcos piratas en las costas de las Pitiüses, así como sus ataques fueron muy numerosos, y los arqueólogos destacan algunos enfrentamientos próximos a la zona donde se encuentran los tres enterramientos.
En primer lugar, en el año 1505, atacan el Quartó de Portmany, dónde matan a un adolescente. Unos años más tarde, en 1536, atacan el arrabal de la Marina con los franceses y atacan ses Salines, donde incendian casas y sembrados. En octubre de ese mismo año, un ataque devasta ses Salines y Santa Eulària.
El ataque más grande conocido de la Isla se produce en octubre de 1543, cuando 23 galeras desembarcan a 1000 piratas en ses Salines, desde donde se dirigen para atacar Vila. Años después, en 1552 matan a diez piratas y un año más tarde, los piratas secuestran a trece ibicencos que volvían de Valencia.
Por todo ello, no se excluye la posibilidad, de que los enterrados, pertenezcan a algunos de estos piratas que se han nombrado desprendido de algún ataque producido en Balears y que entonces, se decidiera, de paso por las Pitiüses enterrar los cuerpos de sus muertos.
Los arqueólogos, María José Escandell y Ricard Marlasca, plantean la hipótesis de que esta pequeña zona fuera utilizada por los piratas que recorrían estos lugares en el siglo XVI para sus ataques, y que, por alguna razón decidieron desembarcar en sa Conillera para enterrar a sus muertos.
El gran conocimiento que tenían los piratas de la Isla, por el fácil desembarco que tenía y por ser una Isla deshabitada eran argumentos suficientes que justifican la elección de este lugar.