En 1967, el fotógrafo viajó a Eivissa junto a Baltasar Porcel y durante aquella estancia tomó imágenes como ésta.

Cuando pensamos en la fotografía y en la isla de Eivissa es casi inevitable que por nuestra cabeza pasen algunas de las imágenes que ha tomado en la Isla el fotógrafo mallorquín Toni Catany, fallecido el pasado lunes en Barcelona después de sufrir un ataque al corazón. Fue en 1967 cuando Catany, junto al escritor Baltasar Porcel, viajó a las Pitiüses para realizar un reportaje. Aquella isla de paredes blancas de cal y mujeres vestidas de negro quedó inmortalizada para siempre en sus instantáneas, que ya forman parte de la memoria colectiva de las Islas y del resto de nuestro país en los momentos finales de la dictadura.

No fue la única visita de Catany a Eivissa, donde su obra ha podido verse a lo largo de los años en diversas exposiciones. De hecho, para una de ellas, organizada por el Museu d’Art Contemporani d’Eivissa (MACE) en 1993, el fotógrafo tuvo la oportunidad de seleccionar una serie de piezas del Museu Arqueològic, que las cedió para que pudiera trabajar sobre ellas. El resultado se vio en Fenicis II, en la que compartió cartel con Ouka Lele, Fernando Monge, Toni Pomar, Manfred Ballheimer, Ciuco Gutiérrez, Pito Latova y Christine Spengler.

«He sentido mucho su fallecimiento y me ha venido a la memoria el recuerdo de la exposición que hicimos en 1993. Lo pasamos muy bien. Él seleccionó del Museu Arqueològic unos rostros de terracota, desde las más primitivas hasta las más clásicas, buscando en ellas un claroscuro muy barroco y tenebrista», recordaba ayer Elena Ruiz, directora del MACE, quien conosideró además a Catany como «uno de los grandes fotógrafos españoles».

Por la fotografía abandonó Catany sus estudios de Química, y su primera exposición individual fue en la galería Aixelà de Barcelona en 1972. Con ella comenzó una carrera que se hizo internacional al ser nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia en 1991. En su país se reconoció su gran talento con el Premio Nacional de Fotografía en 2001, y la Generalitat catalana también le concedió su Premi Nacional. En 2002, el Museu Nacional d’Art de Catalunya le organizó una muestra que recogía toda su trayectoria e iconografía. El fotógrafo falleció en Barcelona sin haber podido ver hecho realidad uno de sus grandes sueños, la fundación que debía llevar su nombre y en la que quedaría depositado su legado en Llucmajor, su localidad natal.