Ana Fernández, Anabel Alonso y Marta Belenguer protagonizan ‘Lastres’.

Actriz todoterreno, Anabel Alonso (Barakaldo, 1964) ha tocado todos los palos en la interpretación. Catapultada a la fama por su papel de Diana en la serie Siete vidas, la intérprete lleva más de un año con la obra Lastres en cartel, de la que es coproductora y con la que mañana sábado a las 21,30 horas llega a Can Ventosa junto a Ana Fernández y Marta Belenguer.

—¿Cuáles son los lastres de los que habla la obra?

—Son los de tres amigas que han crecido juntas, han criado a sus hijas a la vez, han estado peleadas durante más de siete años y se vuelven a encontrar. Son los lastres de la infancia, de la adolescencia. Tú tienes un presente, pero no puedes escapar de tu pasado. Cuando alguien te conoce a los treinta puedes inventarte un pasado, pero cuando la amistad viene de la infancia no te puedes esconder en ninguna parte, conocen todos tus puntos débiles, no tienes secretos. Son cuentas pendientes y resentimientos. Si no te enfrentas a los temas pendientes no por eso desaparecen. Cuando te encuentras con esas partes de tu pasado vuelve a salir todo a la superficie otra vez y bastante peor de como estaba.

—¿Y cómo se explica eso desde el humor?

—En este caso de una manera bastante desmesurada y sin medias tintas. Es lo que pasa con esas reuniones familiares o con amigos que cuando salen los trapos sucios el enfrentamiento es a degüello. En la obra, mi personaje es una bocazas a la que le gusta beber, se va poniendo sincera y acaba con una explosión nuclear con daños colaterales. Todo de una manera muy bestia, sin filtro, de una manera socialmente muy incorrecta. Las cosas que se dicen y se hacen las tres protagonistasm poniéndose evidencia y en ridículo, son cosas que alguna vez hemos pensado pero que nunca hacemos. Es una comedia extrema en ese sentido. Un poco punky.

—Su personaje no tiene pelos en la lengua. ¿Hasta qué punto se identifica con ella?

—Debo reconocer que soy muy charlatana. Mi personaje se escuda en que es muy sincera para decir lo que le da la gana, aunque más que sincera es cruel. No tiene ningún tacto y es como los niños pequeños: sabe dónde dar y ‘raca’, ahí da. Yo intento decir las cosas que no me gustan, pero de una manera más diplomática y que no ofendan. A Concha, mi personaje, lo que le gusta es ofender, así, sin más. En mi caso me gusta decir aquello que no me gusta pero con más filtro.

—Son ya muchos meses con la obra en cartel. ¿Cómo es la relación con sus compañeras de escena? ¿Han llegado a vivir situaciones semejantes a las de sus personajes?

—Qué va. Y lo digo en el mal sentido de la relación que tienen los personajes. Nos divertimos mucho en escena. Como ahí nos decimos y nos hacemos tantas animaladas salimos de la función relajadas y llevándonos divinamente. La obra es como una catarsis y luego en las comidas o en los hoteles todo va como una seda. Estamos disfrutando mucho tanto dentro como fuera del escenario. Somos tres actrices muy diferentes, yo soy más directa, Ana es más callada..., y hemos conseguido complementarnos, aprender las unas de las otras.