El mural de Ciudad de México terminado.

Aida Miró se ha unido a la pionera del muralismo vertical, María Antonieta Canfield, para crear un impresionante mural en Ciudad de México.

Es la primera vez que la ibicenca y la mexicana trabajan juntas. Según explicó ayer a Periódico de Ibiza y Formentera la creadora pitiusa residente en Nueva York, ambas se conocieron hace cuatro años en esta ciudad estadounidense a través de una amiga común de Ibiza. Enseguida conectaron, se hicieron amigas, y quedaron en trabajar juntas algún día hasta que ha llegado la oportunidad con este mural de México. «Teníamos muchas ganas de hacer algo en estos tiempos tan difíciles marcados por el coronavirus y cuando ella pudo gestionar una pared y yo escaparme dos semanas a México el sueño se hizo realidad», resumió Miró.

Este mural está ubicado en La Bestia, un espacio de la capital mexicana donde convive el tatuaje con la música a través de un estudio de grabación donde alquilan salas de ensayo y una radio. El mural mide unos 10 metros de ancho por 12 metros de alto, tiene un gran colorido y se puede ver desde la carretera del Circuito Interior José Vasconcelos, en la Colonia Condesa.

Según Miró la temática, dos mujeres unidas escuchando música, «se decidió de forma espontánea en una cantina tomándonos un mezcal». De hecho, cada una ha dibujado a la otra. «A ambas nos gusta pintar retratos y por eso comenzamos a dibujarnos en un cuaderno, tomándonos fotos para tener de referencias, y finalmente decidimos pintarnos unidas por el pelo en un ambiente juvenil y creativo», explicó la artista ibicenca. De hecho, La Bestia les recuerda «la adolescencia y la importancia de la música» y por ello decidieron «añadir detalles psicodélicos y colores brillantes a su mural para conseguir un look retro en el que se respetó en todo momento nuestros propios estilos y técnicas».

«Un reto pintar con arnés»
El proceso les llevó cinco días y según Miró fue fácil. Partieron de los bocetos de los retratos de cada una y luego improvisaron en los colores y en el fondo de forma intuitiva. Además, cada una empleó un método, la ibicenca un spray con una pintura mexicana que no había utilizado antes, y Antonieta brocha y rodillo «demostrando una gran rapidez y soltura pintando a gran escala colgando del arnés».

Precisamente, el crear un mural de esta forma supuso un aliciente y un reto para la ibicenca. «Siempre he pintado con grúas que facilitan tu trabajo, y por eso al principio me sentí un poco torpe al ver que, por ejemplo, no tenía donde apoyar la pintura y todo tienes que engancharlo de cuerdas y mosquetones y de una bolsita de mi cintura», explicó con una sonrisa mientras recordaba las acrobacias aéreas que tuvo que hacer para pintar colgada en las alturas y como tras el primer día le dolía todo.

De hecho, Miró aseguró que la experiencia le ha recordado a los tiempos en los que practicaba acrobacia aérea, hace veinte años, en la Escuela de circo Rogelio Rivel de Barcelona atraída por el arte del riesgo. «Aunque ya no estoy tan en forma, pintar así colgando me recordó los días de diversión del circo y me ha resultado fascinante porque también me ha permitido hacer algo que me fascina y que es unir disciplinas artísticas».