Joan Pera posa con el libro ‘Conversaciones con Woody Allen’. | Toni Planells

Joan Pera (Mataró, 1948) es uno de los actores más respetados en Cataluña y una de las voces más reconocidas del país. Pese a su meritoria trayectoria sobre los escenarios durante los últimos 50 años, su faceta como actor de doblaje es la más popular y reconocida «más allá del Ebro», tal como indica él mismo. Destaca el carisma que ha venido ofreciendo en su trabajo como doblador de Woody Allen, aunque ha llegado a prestar su voz a decenas de actores, entre ellos a otro personaje mítico: Mr Bean. Durante esta pasada semana ha estado trabajando en el rodaje de la película de Héctor Escandell y Pauxa Films Es Gegant d’es Vedrà i altres rondalles, que protagoniza encarnando al mismo Joan Castelló y en la que también ofrece su voz como narrador de las rondalles del folclorista ibicenco.

¿Cómo recibió la propuesta de trabajar en este proyecto tan ibicenco?
—Tengo que decir que, cuando me presentaron el proyecto, en un principio no lo tuve claro del todo. Cuando Héctor (Escandell) me mandó la información sobre Joan Castelló, entendí que se trataba de un personaje de una persona con una humanidad tremenda, con estima hacia la cultura de su tierra, un recopilador de rondalles, un activista cultural que, en definitiva, me dio una sensación de muy buena gente. Fue entonces cuando me di cuenta que el personaje y el proyecto valían la pena. Se trata de un personaje de esos de toda la vida, que podría ser del siglo XVIII, XIX, XX o XXI. Siempre hay personas de este tipo y, a mi edad, es un personaje que vale la pena hacerlo. Estoy en esa edad en la que lo que vas a dejar quieres que sea de cierta calidad y profundidad.

Por lo que parece, ha descubierto un personaje ibicenco digno de su admiración.
—Bueno, es que, en realidad, de alguna manera yo también he sido un Joan Castelló. Aunque yo no he recopilado como lo hizo él, he hecho mucho teatro y mucha televisión y cine por mi país, y el día que alguien lo recopile tal vez sea un Joan Castelló.

Tras una larga carrera en el teatro, en los últimos años le estamos viendo más en el cine, como en Yucatán, de Daniel Monzón, por ejemplo.
—Es verdad que en mi vida no he hecho mucho cine. Siempre he tenido mucho trabajo en el teatro. Hace 30 años que estoy en el mismo teatro cada año. Supongo que últimamente hago más cine porque, con el paso de los años, me estoy quedando más guapo (risas). En el cine importa mucho la imagen. En cambio, encima de un escenario no ven tanto si eres feíto. Entiendo que el cine busca una proximidad, y yo ya tengo una edad y una empatía y proximidad con la gente que el cine viene buscando últimamente.

Como actor de teatro, ¿ve una diferencia sustancial a la hora de trabajar en el cine?
—Supongo que de haber sido un actor de cine te diría que sí, que hay mucha diferencia. Porque técnicamente es muy distinto. En el cine hay que ofrecer los sentimientos a través de la mirada, de gestos de actitud, y en el teatro es todo más grande, más exuberante y más cercano a la gente. Lo que pasa es que, como me cogen para este tipo de papeles propios de mi edad, más cercanos a la gente, me encuentro en un punto cercano al teatro porque me siento muy cerca del espectador, que en cine es más difícil. Si hubiera sido siempre un actor de cine, estaría más acostumbrado a ser una figura de pantalla, pero no lo seré nunca. Siempre seré esa figura cercana al público.

Otra faceta suya es la de actor y director de doblaje. ¿Cómo llegó a este mundo?
—Nunca pensé en ser actor de doblaje. De hecho, la primera vez que me lo ofrecieron, hice la prueba y lo hice fatal, pero es que me hicieron doblar a un actor al que no le venía nada bien mi voz.

¿Puede desvelar a quién iba a doblar en esa primera prueba?
—¡Claro! Nada menos que a Sean Connery. Menos mal que me hicieron otra prueba y, desde entonces, empecé a doblar voces de jóvenes, como era yo. Al llegar la época democrática, en TV3 no había nadie que supiera hablar catalán y que supiera doblar. Solo yo. Durante diez años, todas las películas de TV3 las doblé yo. Menos a Sofía Loren, he doblado absolutamente a todos los actores (risas), aunque no me fueran bien. He doblado a Gary Cooper y a Jean-Paul Belmondo. Con el tiempo, ya me pude situar y doblar a personajes que me van más como Woody Allen o Mr Bean.

Es usted también, por lo que me cuenta, una figura clave en TV3.
—No sé si lo sabes, pero soy la primera persona que salió en TV3. Ese 10 de septiembre de 1983, en la primera emisión de TV3, salió el logo con la senyera ondeando, y la primera cara que se vio era la mía para presentar la emisión del nuevo canal. De lo que más orgulloso estoy de esa época es que siento que he sido de los pocos que ha enseñado a hablar catalán a buena parte de este país.

Gaudí de honor, Creu de Sant Jordi… En los últimos años también está cosechando distintos premios. ¿Cómo sienta eso?
—Hasta me dieron un premio internacional en Seúl –premio al mejor actor en los Seoul Drama Awards por su papel de Pau Casals en Pau, la força d’un silenci, dirigida por Manuel Huerga–. eran todos coreanos y me lo dieron a mí (risas). En serio, esto de que nos den premios a los artistas nos gusta muchísimo, para qué negarlo, pero no los necesitamos más allá que como apoyo al trabajo que hacemos. Es entonces cuando piensas que alguna cosa has hecho bien. Eso te ayuda a continuar y eso se agradece.

Su carrera ha transcurrido principalmente como actor cómico. ¿Cómo ve el mundo del humor en esta era de la dictadura de los ofendidos? ¿Ha cambiado mucho?
—En realidad, yo no me considero cómico. Soy una persona más simpática que cómica. Lo que pretendo dar a la gente es esta cordialidad y despertar una sonrisa, y si pueden ser unas risas, pues mejor. En cuanto al humor, yo creo que el gran humor es el que está en la calle, el cotidiano, el de cada día. No el de la televisión, los monólogos o el teatro. En cualquier cosa cotidiana es donde está el gran humor. Vivimos en una época en la que se especula con todo, y con el humor pasa igual: que se rían al precio que sea, que, de lo contrario, no tenemos audiencia. Entonces este ‘al precio que sea’ hace que el humor pierda calidad. Yo prefiero subir a un escenario y reír con esto que le pasa a cualquiera con situaciones con las que nos sentimos todos identificados. Esto es el gran humor, el humor con humanidad.

Es inevitable preguntarle por Woody Allen. ¿Qué significa para usted el hecho de ser su voz en castellano? ¿Le molesta que solo le reconozcan por eso?
—Si en mi vida solo hubiera sido doblador, probablemente me molestaría que solo hubiera hecho eso y solo se me reconociera por ello. Pero, y lo digo sin vanidad, aunque nunca hubiera doblado a Woody Allen, hubiera conseguido ser Joan Pera igualmente. Lo tengo como un gran honor, porque, además, lo admiro muchísimo. Una vez le mandé un vídeo de La extraña pareja –obra en la que, junto a Paco Morán, batió récords de permanencia en los teatros– y me contestó que me iría muy bien hacer Esperando a Godot. Él mismo ya veía que podía dar algo más allá que su voz. Una vez llegó a decirme que yo le «hacía más héroe».