Un rescate a las cajas de ahorros de 63.687 millones de euros de ayudas directas (repartidas entre el FROB, el FGD y el MEDE), más lo que acaben costando al erario público los esquemas de protección de activos otorgados en algunas subastas (solo el del Banco CAM que puede recibir en 10 años Banco Sabadell puede acabar costando 15.000 millones más), a lo que añadir costes más opacos, como las ayudas fiscales o la compra más cara de activos que hizo la SAREB (banco malo), refleja claramente que algo no se ha hecho bien en el sector bancario español.

Una factura a la sociedad que sobrepasará los 100.000 millones de euros no es una buena carta de recomendación para un sector empresarial, desde luego. Los paseíllos de altos ejecutivos de la antigua CAM, CCM, Novacaixagalicia y Bankia que se van a dar este año en la Audiencia Nacional, donde se juzgan presuntos delitos de estafa, apropiación indebida, administración desleal y otros delitos societarios, tampoco.

Sin embargo, como siempre afirmo, un sistema bancario sano y competitivo es imprescindible para que una sociedad funcione. Los bancos son necesarios; los banqueros, solo si hacen bien su trabajo. Rescatar cajas de ahorro y bancos (que han recibido ayudas, por mucho que intenten señalar solo a sus compañeras semipúblicas) tiene sentido, pero no a los responsables de los desmanes, que de momento no parece que hayan respondido adecuadamente de ellos. Los únicos condenados por la Audiencia Nacional, a día de hoy, son los máximos directivos de Caixa Penedés, y ninguno ha tenido que entrar en la cárcel.

Dicho esto, ¿qué ha cambiado en el sector? ¿Qué han aprendido las personas relacionadas con la banca comercial del cataclismo financiero vivido?

Ad augusta per angusta, sería una buena forma de analizar la situación. A través de los pequeños cambios, se puede llegar a los mucho mayores. Una gran ayuda es ver qué ha cambiado en las actuales oficinas bancarias.

Los empleados de oficina, ¿han cambiado? En número, desde luego: cada vez hay menos. Algunos han aprendido la lección y ya no confían a ciegas en lo que se les dice desde arriba. Por otro lado, muchos también se sienten atacados por los clientes, cuya relación se ha convertido más en un conflicto que en un proceso de venta y asesoramiento. La formación de los bancarios poco ha mejorado, salvo que ellos mismos se hayan preocupado en sacar tiempo de su vida personal para ello; en cuanto a sus incentivos económicos, ¿reciben ahora premios por asesorar adecuadamente al cliente? La respuesta, me temo, es un rotundo ‘no’.

Lo que sí ha cambiado es el cliente, presente y futuro. Hace poco en la sección de consultas de iAhorro.com un pensionista preocupado por llegar a fin de mes tras el cobro de comisiones abusivas por descubierto en cuenta lanzaba la siguiente pregunta: ¿son los bancos la perdición de los trabajadores honrados? Y tengo que responder que ya no. No gracias a lo que han aprendido los bancos, en absoluto. Gracias a que el cliente está aprendiendo a defender sus derechos y a cambiar de banco si no se le respeta. El cliente está cambiando la forma de hacer banca, no los bancos.