Es Corb Marí, en Son Bou, ofrece música en directo cada noche y showcooking. | David Arquimbau

Amante de la intimidad y el ritmo sosegado, Menorca es todavía ajena al modelo de beach club que triunfa en el resto de Balears. La menor de las tres islas presume de personalidad propia, cuyos atributos verdes, azules y culturales trata de combinar buscando un turismo slow lejos de excentricidades. La gran mayoría de establecimientos a pie de playa sigue el patrón clásico de chiringuito y son muy pocos, casi contados con una mano, los que van un poco más allá.

La tardía incorporación de la isla al boom turístico provocado por un equilibrio intersectorial casi perfecto, la férrea preservación del territorio y una filosofía de querer abrazar al turismo pero sin turistas, tal y como afirmaría en su día un conocido periodista, ha hecho que hasta la fecha hayan aparecido muy pocas propuestas como las que se ofrecen en Eivissa o Mallorca. En Menorca, el jazz o la cocina de autor ganan la batalla a la música tecno.

ES CORB MARÍ. El empresario Marino Reguera gestiona el chiringuito Es Corb Marí desde hace tres años en la larguirucha playa de Son Bou, al sur de Menorca. Su establecimiento chic de tonos magenta y mobiliario blanco se asimila al concepto literal de beach club. Abre desde el 1 mayo hasta el 31 de octubre y ofrece música en directo cada noche, además de sesiones de showcooking o actividades a la puesta del sol. “Somos fieles a la autenticidad de Menorca a través de nuestra cocina, basada en el producto local para no traicionar la isla que tenemos. Nos gusta conectar con aquellas personas que huyen de las excentricidades para parecer que son felices”, detalla este joven empresario de tan solo 34 años.

“No damos prisa a nuestros clientes, les invitamos a relajarse, a apreciar el pequeño paraíso en el que están”, añade. “También tengo champanes caros en la nevera por si me los piden pero a Menorca viene precisamente quien no quiere ser visto, porque sabe que este es un valor intrínseco a nuestra manera de ser. No en vano somos una mezcla de ingleses, franceses y españoles”, afirma.

El hecho que desde el año pasado sea legal poder casarse en las playas de Menorca, a partir de su tramitación en el ayuntamiento correspondiente y el Consell Insular, ha hecho aumentar el número de enlaces y en consecuencia la posterior celebración del evento en el chiringuito. “Rehúyo de palabras como premium o lujo y prefiero apostar por lo selecto, por la fineza, por la singularidad de esta perla que somos del Mediterráneo”, concluye.

ISABELLA BEACH CLUB. Por su parte, Xavier Coll, relaciones públicas y responsable de prensa de la famosa discoteca Cova d’en Xoroi, acaba de inaugurar hace muy poco un establecimiento en la urbanización de Platges de Fornells al que ha bautizado como Isabella Beach Club. Se trata de un espacio arquitectónicamente singular en el que las puestas de sol tienen como telón de fondo un chill out acompañado de música tranquila, tapas de autor y una decoración muy menorquina que mima los detalles en primera línea de mar. “Es una propuesta sincera que busca disfrutar del entorno idílico que privilegia esta isla. Apostamos más por tener a una violinista ofreciendo algo de clásica o un saxofonista que música tecno”, explica Xavier.

“Existen ejemplos a seguir de beach clubs hechos con encanto que podríamos encajar perfectamente aquí pero hay que esforzarse por imitar solo los buenos y que respiren a Menorca”, añade. De hecho, la discoteca de Sa Cova d’en Xoroi está también considerada uno de los beach clubs más exclusivos del mundo aunque literalmente no esté a pie de playa, si bien su terraza y sus puestas de sol son antológicas.