La presidenta de la Federacion Hotelera de Mallorca, Maria Frontera. | miquel a. cañellas

Finalizada ya la temporada turística, es el momento de hacer balance de lo que ha sido un año que podemos calificar de atípico y de extraer conclusiones para fijar los próximos objetivos.

Arrastramos una serie de escenarios, como el resurgir de los destinos competidores, los primeros efectos del cambio climático y de flygskam -la vergüenza de volar-, la desaceleración de las principales economías europeas, el interminable proceso de desconexión de Reino Unido de la UE o la quiebra de Thomas Cook en la recta final de la temporada. A todo ello se le suma la inestabilidad que genera la situación política que vive nuestro país, con la celebración de dos elecciones generales en seis meses, con la dificultad, dados los resultados, no solo para investir presidente sino para conformar un gobierno estable que tenga capacidad de decisión y acción.

Son cuestiones coyunturales a las que se suman los problemas estructurales que padece el sector, que lastran nuestra competitividad y para los que reclamamos soluciones. Dejemos de lado los discursos y pongámonos manos a la obra todos los implicados para abordar cuestiones que ya no admiten demora.

En el ámbito nacional deberemos esperar a que el gobierno inicie su andadura, confiemos en que el proceso sea breve. Mientras tanto centrémonos en lo autonómico y lo municipal.
La suma de todos los factores mencionados exponen al sector turístico a riesgos que comprometen el futuro de una actividad económica que supone el 45% del PIB balear y el 14% del nacional. Por lo tanto la aplicación de una política turística integral que priorice la actividad es un must. Las históricas peticiones básicas de reducir las cargas administrativas y fiscales, lamentablemente siguen en lista de espera.

Para el sector turístico hay varios pilares clave sobre los que debemos centrar los esfuerzos: mejorar la formación y la capacitación de los trabajadores presentes y futuros, avanzar en la digitalización y en el tratamiento adecuado y eficiente del big data, centrarnos en el aumento de la productividad y en un mejor aprovechamiento de los recursos disponibles y por supuesto orientar las acciones hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental.

Desplazarnos hacia un modelo más eficiente pasa por la implantación real y efectiva de medidas ligadas a la sostenibilidad. Ese es el compromiso del sector empresarial hotelero, que ha ido materializando distintas iniciativas alineadas con la Agenda 2030 y los ODS y continúa trabajando para que el crecimiento de la actividad turística sea en términos de calidad y no de cantidad.

Un compromiso que va ligado a completar el proceso transformador iniciado y al que es preciso dar continuidad. El marco normativo debe acompañar y posibilitar transitar en la senda adecuada, mediante el fomento de la inversión, siguiendo con las reformas hoteleras realizadas al amparo de la DA4 de la Ley del Turismo 8/2012. La Administración debe igualar las inversiones del sector privado actualizando las zonas turísticas, muchas de ellas estancadas y sin disponer ni siquiera de unos servicios básicos adecuados -y no me estoy refiriendo únicamente a las depuradoras y redes de saneamiento- ni desarrollados en base a parámetros de sostenibilidad. El destino en su conjunto debe elevar y equilibrar el nivel.

Tampoco debemos olvidar otra cuestión fundamental: la formación. Es preciso fomentar la formación especializada para la profesionalización de los recursos humanos, impulsar y prestigiar la formación profesional, disminuir la brecha de género y asignar correctamente los puestos de trabajo en función de sus competencias y capacidades. La gestión del talento es imprescindible para dar el salto cualitativo que permita impulsar la competitividad global de las Illes Balears. En paralelo, la oferta formativa debe adecuarse a lo que demanda el mercado e incluso debe avanzarse, dado que muchas de las profesiones futuras se están gestando ahora, sobre todo con la transformación digital.

Entre todos debemos trabajar alineados, aprovechar las sinergias entre colectivos empresariales y la administración en cada uno de sus niveles, compartir el conocimiento y la responsabilidad generando compromisos para obtener resultados que nos permitan evolucionar desde la madurez a la sofisticación.

Queda trabajo por hacer y hay que activar las palancas necesarias sin tardanza. Los cambios se suceden continuamente, no esperemos a que nos arrolle la ola. Trabajemos codo con codo para ir cumpliendo objetivos consensuados y pactados entre los agentes económicos, sociales y administraciones con el fin último de seguir siendo resilientes, líderes de un destino premium en el que todos rememos en la misma dirección si no queremos hundir el barco.