A las personas que trabajamos en la industria turística nos causa desazón escuchar declaraciones de altos responsables políticos y representantes de la sociedad civil denostando el turismo.

Durante los últimos 60 años, España ha logrado posicionarse como líder mundial de una industria global, la turística. Ello ha sido posible gracias, primero, a los esfuerzos que hemos realizado en dotarnos de las infraestructuras necesarias y, posteriormente, en el afán continuo de mejorar su calidad y adaptarlas a las preferencias de una demanda cada vez más exigente. Así, gracias al trabajo y el emprendimiento de los distintos segmentos productivos que integran la cadena de valor turística, hemos alcanzado el primer puesto del ranking de competitividad turística que anualmente elabora el World Economic Forum.

La visión de nuestros mayores, su esfuerzo y constancia, han derivado no solo en esta privilegiada posición sino que ha permitido una de la más amplias etapa de progreso y bienestar de nuestra sociedad. El turismo es hoy un pilar básico de nuestro estado de bienestar. Una industria que es tractora y multiplicadora de un sinfín de actividades productivas, crea empleo y riqueza, incluso en fases críticas del ciclo económico, y consigue, desde la inclusión, acoger la diversidad social, crear riqueza en zonas deprimidas e, incluso, poner en valor y recuperar parte de nuestro patrimonio natural y cultural.
Por supuesto que tenemos grandes retos que afrontar y que están relacionados tanto con la sostenibilidad económica (productividad) como con la sostenibilidad social (equidad) y ambiental (capacidad de carga). Pero, en estos momentos no podemos obviar que estos grandes retos devienen ahora parte de la oportunidad que nos brinda las megatendencias, que se han acelerado con la COVID, como la digitalización, la robotización, la servitización, la movilidad sostenible, la transición energética, la contaminación cero, la descarbonización…

En Balears estamos en una posición muy ventajosa, no tanto para dar continuidad a la industria turística, sino para maximizar su contribución al progreso y desarrollo de las islas. Asegurar su contribución, más que su continuidad, apela a un necesario proceso de transformación, capaz de aprovechar nuestras fortalezas: la fidelidad de nuestros visitantes, el reconocimiento de marca, elevado índice de recomendación, la diversidad de nuestra oferta, nuestro capital natural y humano, el nivel de infraestructuras y seguridad, la ubicación estratégica en el mediterráneo, nuestra dimensión en el contexto global y nuestro know how. La situación actual me recuerda una frase que se atribuye a Larry Page, co-fundador de Google: “La causa principal del fracaso de muchas empresas, en mi opinión, ha sido perderse el futuro”. Como líderes que somos tenemos la responsabilidad y la oportunidad de estar en el futuro de esta industria.

Este futuro que, sin duda, será más digital, sostenible e inclusivo, se caracteriza cada vez más por la “silver economy” y la incipiente “economía de impacto” será una realidad, la personalización de la experiencia será lo habitual, la agilidad y la rapidez será un factor clave de éxito. Estas oportunidades, si trabajamos con esta visión del futuro, nos permitirán dar un salto hacia una sociedad próspera donde se valorizará nuestros capital social, ambiental, cultural y humano.

“Si es imposible, me interesa”, así se manifestaba el presidente de una empresa centenaria y que refleja la actitud de estas empresas que han sabido adaptarse a los tiempos y prosperar.

Estoy convencido que Balears, como destino, parte de una posición de privilegio, con grandes fortalezas y que puede seguir siendo en 2030 un destino no solo líder sino admirado. El turismo no es el problema, es una solución.