Inauguración de la nueva imagen corporativa de Sa Plaça.

Construido hace más de tres siglos, el Claustre del Carme, conocido popularmente como Sa Plaça, acoge desde hace 130 años un mercado de pequeños comerciantes, payeses y productores de la ciudad y alrededores ubicados debajo de sus columnas y sus ménsulas. De algún modo, Sa Plaça se configuró desde sus orígenes como nexo de unión entre el puerto y la ciudad, cuando las mercancías llegaban por mar y subían hasta este enclave del centro histórico.

El mercado se fue adaptando a lo largo de los años a los cambios urbanísticos y comerciales de Maó y también a la evolución en los hábitos de compra de los clientes, superando todo tipo de retos y dificultades. Hace unos días estrenaba nueva imagen corporativa apelando a su papel como ágora del producto local y la economía circular dentro de un mercado de proximidad en el que siempre pasan cosas.

ORÍGENES. Fue en 1884 cuando el mercado de abastos de Maó se decidió ubicar en el Claustre del Carme, uno de los espacios arquitectónicos más singulares de la ciudad. De estilo neoclásico, fue construido entre 1750 y 1808 como anexo a la iglesia del Carme cuyas obras del convento y del claustro se iniciaron al mismo tiempo que el templo y se cimentaron sobre las antiguas casas y el oratorio. Ya en el siglo XIX, el Claustre del Carme se vio afectado por la desamortización de Mendizabal que afectaba a los bienes eclesiásticos, motivo por el cual los frailes carmelitas que habitaban fueron expulsados provisionalmente en julio de 1821 cuando el Gobierno autorizó al ayuntamiento de Maó para que pudiese disponer del claustro y de las celdas para utilizarlas en beneficio público.

Aquello motivó que se estableciesen dos nuevos equipamientos, como son la Sala del Tribunal de Justicia y la cárcel, que funcionó como tal hasta que los frailes volvieron a ocupar las celdas dos años después. En 1835 los carmelitas abandonaron definitivamente el convento y volvieron a destinarse algunas celdas a cárcel y otras a escuela pública. El mercado de abastos convivió entre presos y escolares que paulatinamente acabaron por desaparecer mientras se fueron ganando otros usos que dieron como resultado un gran equipamiento cultural en el que conviven actualmente el Conservatorio de Menorca, la Escuela Municipal de Música, Cerámica y Pintura, una sala de exposiciones o una biblioteca titularidad de la Fundación Rubió Tudurí.

REMODELACIÓN. En 1994 se decidió afrontar la remodelación del mercado del Claustre por parte del Ajuntament de Maó con el objetivo de modernizarlo y transformarlo en un centro comercial, construyendo también un aparcamiento subterráneo de 218 plazas para adaptarse a los nuevos hábitos de compra que estaban haciendo huir a los clientes hacia las grandes superficies. Alrededor del interior claustro se fueron organizando por zonas los puestos tradicionales del mercado convencional junto a un anillo de locales comerciales diversos e incluso un supermercado de 1.200 metros cuadrados situado en la planta inferior.

Las carnicerías, por ejemplo, se colocaron en el ala este de acuerdo a las exigencias sanitarias de refrigeración mientras que los puestos interiores se diseñaron con una estructura metálica ligera como pequeños contenedores de vidrio desvinculados de la estructura del edificio pero siguiendo el ritmo de las pilastras.

La remodelación supuso una inversión de más de cuatro millones de euros asumida por el Ajuntament de Maó, el Govern balear y los comerciantes que se quisieron quedar, quienes también contribuyeron económicamente optando a una gestión en forma de concesión a 75 años.

Tras los trabajos de rehabilitación y adecuación, el espacio volvió a renacer y recuperó su esplendor como mercado de productos frescos para mahoneses y menorquines, además de ser un lugar atractivo para visitantes y turistas, especialmente en temporada alta. Sin embargo, la irrupción de grandes grupos de distribución en la isla empezó a restar compradores al mercado, que acusó esta fuerte competencia intentando compensar la bajada de clientes añadiendo paradas de ropa y complementos, además de espacios gastronómicos.

En 2008 dio entrada a la empresa Intramurs que se encarga de organizar conciertos durante todo el año, una actividad que ha dinamizado Es Claustre desde el punto de vista cultural.

NUEVA IMAGEN. La evolución de los hábitos de compra y los nuevos retos que ha puesto por delante la pandemia ha hecho reflexionar los gestores actuales de Sa Plaça con el objetivo de contribuir a su revitalización para que recupere su papel como mercado de proximidad y como ágora del producto local. “El pretexto de renovar nuestra imagen nos tiene que servir para acercarnos a aquellas personas que apuestan por una experiencia de compra más tranquila y más humana como la que ofrece un lugar como Sa Plaça”, explica Vero Mullor, gerente actual.

“Esto quiere decir ofrecer un servicio excelente y adaptarnos a las necesidades que reclaman los clientes”, detalla. En esta línea, están trabajando para poner en marcha en cuanto puedan un servicio de reparto a domicilio de Sa Plaça y van a mejorar la accesibilidad al parking, reduciendo algunas plazas de aparcamiento para poder disponer de más anchos destinadas a coches grandes, además de instalar dos puntos de recarga para vehículos eléctricos.

El nuevo ascensor que se acaba de inaugurar hace unos días y que conecta el puerto con una de las zonas de acceso al mercado está llamado mejorar esta visibilidad de Sa Plaça como su papel de entrada y bienvenida a la ciudad. “También vale la pena poner en valor que en Sa Plaça trabajamos de forma directa e indirecta más de 100 personas y comercializamos productos de más de 150 empresas productoras o de servicios de Menorca. Esto define la economía circular y nosotros lo llamamos compartir, colaborar y ayudar”, detalla.

Desde Sa Plaça se reivindican también como espacio público de relación social, cultural y de barrio cuya responsabilidad pasa por adoptar un compromiso con los vecinos, con las diferentes entidades culturales y con las acciones sociales que se desarrollan en la ciudad.
“Este último año se ha visibilizado esta labor que siempre ha estado y que nos ha reconectado con muchos colectivos sociales para facilitar alimentos frescos a las familias en situación vulnerable o con entidades medioambientales para promover un mercado sin plásticos”, destaca Mullor.

“La nueva imagen quiere ser un punto y seguido de un mercado que mira con optimismo hacia el futuro para seguir formando parte de la historia de la ciudad y mantener este carisma que nos permite afirmar que aquí siempre pasan cosas porque somos un lugar emblemático y querido por muchas personas”, concluye la gerente.