Se ha repetido hasta la saciedad en esta sección: diversificar es la clave del éxito de la inversión en bolsa a largo plazo. Evidentemente, una forma de repartir el riesgo de una cartera de renta variable es tener una parte de la misma en países emergentes.

Este tipo de activos presenta fases de actividad diferentes a los países desarrollados en algunos sectores. Una de las muestras más evidentes es el inmobiliario chino: mientras en «Occidente» los precios están creciendo por falta de oferta, en China está explotando una burbuja de construcción y, por lo tanto, a pesar de haber una demanda importante, la oferta es demasiado alta para absorberla. El caso de la potencial y mediática quiebra de Evergrande ha mostrado esta gran diferencia para el gran público, pero hay más y algunas ventajosas: costes de mano de obra, avances tecnológicos, apoyos gubernamentales o transición energética son algunos ejemplos.

Por lo tanto, una inversión en estos países si bien no nos garantiza acertar en momentos concretos, sí nos ofrece una descorrelación con nuestras bolsas más cercanas. Eso sí, con riesgos adicionales.

El más evidente es el político, son democracias débiles o incluso dictaduras con lo que la inseguridad jurídica de la inversión es real. De nuevo China nos ha dado un ejemplo en los últimos meses con la intervención de su gobierno en sectores estratégicos como la salud, construcción, tecnología o educación.

Ligado a la política, las depreciaciones de monedas pueden ser peligrosas: además de perjuicios a empresas endeudadas, rebaja el valor de la inversión. En Turquía se han dado recientemente ambos: problemas políticos han hecho caer su divisa.

Aunque China esté muy presente, el análisis de estas bolsas se debe hacer diferenciando países ya que presentan ciclos económicos muy distantes: evidentemente no es lo mismo Venezuela que Vietnam; o si irnos tan lejos y hablando de países muy potentes, véase la diferente evolución del Bovespa brasileño con el Sensex indio.

Este aspecto puede parecer negativo para un pequeño inversor, por ejemplo si quiere invertir en Vietnam, puede tener muchas dificultades para analizar e incluso coVenzemprar sus empresas más grandes, como la de productos lácteos Vinamilk o el holding Vingroup; pero sí puede invertir en fondos de inversión que replican la bolsa vietnamita.

Es más, además de poder integrar en una carpeta fondos que replican las diferentes bolsas emergentes sin apenas peaje de cantidades mínimas, también puede «delegar» la decisión de inversión en estas zonas a gestores profesionales que sí conocen a la perfección sus empresas.

Invertir en este tipo de activos vía fondos de inversión globales en países emergentes deja la decisión de en qué países emergentes hay que invertir y a través de qué empresas concretas a especialistas.

Las únicas decisiones que deben tomar los inversores son qué porcentaje de su cartera destina a estos países (hay que tener en cuenta el riesgo «extra» comentado) y cuáles son los mejores fondos (los mejores profesionales) para hacerlo existiendo hoy por hoy herramientas muy sencillas para hacerlo.