Quiero comenzar el artículo de este mes haciendo referencia a las declaraciones de Josep Borrell, ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Europea y Cooperación de España, que aludía estos días a la reducción de la calefacción en nuestro continente y declaraba que «los europeos necesitan que el ruido de las bombas a las cinco de la mañana al caer sobre Kiev les despierte de ese sueño de bienestar y les permita encarar los desafíos que el mundo está proyectado sobre nosotros».

Al leer estas declaraciones mi cuerpo se retorcía de dolor interno al imaginarme las bombas y misiles cayendo sobre un país víctima de una guerra sin sentido en este siglo XXI. Ucrania no merece este destino de dolor y desgarro como es una guerra, pide auxilio y poco más se puede hacer frente al gigante ruso que restringir y limitar económicamente su país, aunque ello vaya a repercutir directamente en los bolsillos de los europeos más que en cualquier otro continente.

La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto la alta dependencia de Europa a la energía fósil rusa: carbón, gas y petróleo. Los desafíos, como les llama el Sr. Borrell, son trabajar de verdad con el objetivo de la Agenda 2030 y empezar a invertir seriamente en energías renovables, gases renovables, almacenamiento, eficiencia energética, que nos permitan a medio plazo dejar de depender de las importaciones rusas.

¿Pero toda esta teoría como se podría poner en práctica? España tiene una oportunidad única para liderar la transición energética del continente europeo (y llegamos tarde), ya que posee y puede regasificar 60 miles de millones de metros cúbicos (bcm) al año hacia Europa. El escollo está en los Pirineos por la debilidad de las conexiones. Por otro lado las energías renovables y el autoconsumo, que cada vez está más demandado en las Islas, hacen prever que el mundo y la nueva economía gire en torno al autoabastecimiento, autoconsumo y proveerse de la economía de cercanía en un futuro inmediato.

En un mundo de plástico y bombas quiero ser barro y silencio como dice Galeano. Actualmente todo se siente más profundo, más intenso y más triste. Pero me digo a mí misma, si tienes ganas de llorar, hazlo… si tienes ganas de dormir o estar sola, hazlo… es el momento de reconexión, no hay fórmulas secretas, ni herramientas correctas.

Después de tantos años en búsqueda de la productividad, la efectividad, el consumismo desmedido y la economía de despilfarro, otra vez el mundo nos recoloca en el mismo punto; el punto del silencio, la riqueza del descanso, la abundancia de renovarse y cuidarse y solo atender al aquí y el ahora, hace reconocer el propio entorno y la vida. Son tiempos de reconexión con nuestro cuerpo, nuestros ritmos y ciclos, dejando atrás los noticieros enfermizos y adheriéndose a la medicina verde y alimentación de origen.

Después de décadas de despilfarro y de la creencia en una bonanza alucinógena de la destrucción del mundo no era real, nos toca recoger los trocitos de lo que queda del planeta y volver a empezar. Deseo de corazón por el bien de mis hijos y de los tuyos, que esta vez sí seamos capaces de parar rápido esta guerra y comenzar a abordar el tránsito a un nuevo mundo sin tanto bienestar propio y más confort hacía la naturaleza y hacia lo que nos rodea. El cuidado de nuestro mar y nuestro planeta es responsabilidad de todos y parece que para muchos eso no va con ellos: lo leen, giran la página y siguen con sus quehaceres sin más... pues ya les digo que se pueden despedir de las antiguas épocas de «confort» y bienestar