La fuerte recuperación de la demanda turística en toda Europa desde la superación del impacto de la variante Omicron ha propiciado un despegue sin precedentes de los indicadores turísticos en toda España, y muy especialmente en Balears, donde las reservas hoteleras superan ya las registradas en el verano de 2019, con una mejor tarifa media, y que, a pesar del duro impacto de la inflación, dará sin duda un necesario «respiro» a nuestro sector. La otra cara de la moneda la constituyen los inconvenientes para residentes y turistas relacionados con huelgas en líneas aéreas, congestión en aeropuertos y carreteras, saturación de los medios de transporte público e incremento de la «gentrificación» debido a la eclosión de alquileres turísticos no controlados, etc.

Y es que unos hablan de «furor viajero» y otros de «viajes de revancha» tras dos años de restricciones, pero todos coincidimos en que esta recuperación «en ‘V’» no es sostenible a medio plazo, y que debemos aprovechar los tiempos de bonanza para consolidar un modelo turístico más responsable y sostenible frente a los ciclos.

Trasladado a nuestras islas, la estrategia debe dirigirse a fomentar el turismo de mayor calidad (frente a la cantidad), que propicie una mayor rentabilidad social y económica para nuestras empresas y destinos, y sus comunidades, y al mismo tiempo, una menor saturación y consiguientemente, menor carga sobre los recursos y los servicios públicos. Además, nuestro modelo turístico debe tener un foco prioritario en la diversificación del producto que permita una mayor desestacionalización, y en la apuesta por un turismo más experiencial y sostenible, para una generación de viajeros poscovid que demandan experiencias más auténticas y sostenibles.

En este sentido, parece evidente que la nueva Ley de Turismo de las Illes Balears va en la dirección correcta, pero la magnitud de los retos va a exigir, más que nunca, una intensa colaboración público-privada y un esfuerzo inversor mayor del previsto para nuestro sector. Si durante la pandemia el sector recibió el apoyo fundamental de los ERTE, así como facilidades para endeudarse a través de los préstamos avalados por el ICO, las ayudas directas se mostraron claramente insuficientes, y lo mismo puede decirse de la cuantía asignada al sector turístico en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, elaborado por el Gobierno para dirigir la asignación de los 140.000 Mn de los Fondos Next Generation de la Unión Europea: 3.400 Mn€, escasamente un 2,5% del total, para una industria que aporta el 12,6% del PIB nacional.

El escenario derivado de la invasión de Ucrania, que tendrá efectos imprevisibles en la economía mundial en los próximos meses, nos obliga a la prudencia y a demandar de nuestras administraciones sensibilidad ante las dificultades que acumulan nuestras empresas, y por supuesto, nos lleva a reclamar una vez más un mayor compromiso de la administración para impulsar, a partir de los fondos UE, un PERTE o Plan Estratégico para el turismo, si queremos avanzar realmente en un sector y unas islas más ricas, resilientes, y sostenibles.