No se engañen, la inflación es, sobre todo, un fenómeno de imprenta. Mario Draghi y Cristine Lagarde, durante sus respectivos mandatos, han mantenido su dedo índice sobre el botón de PRINT EUROS para que los gobiernos tuvieran todo el dinero -y con él todo el poder- que quisieran. Si se preguntan dónde está lo que ustedes han perdido con el encogimiento de su dinero, la respuesta es que lo tienen los gobiernos. La inflación es un impuesto que no requiere de aprobación parlamentaria.

De esta forma el ayuntamiento, el Govern y el propio Gobierno nacional tienen más dinero que nunca, también el Consell. Tienen tanto que a sus dirigentes les está resultando difícil hasta proclamar su tradicional lamento sobre la financiación. Así que ante está insólita situación la pregunta a realizar es ¿sónde están las inversiones pendientes? ¿O es que acaso no hay nada por hacer?

Para responder a esta pregunta tomemos como ejemplo al Ajuntament de Palma. ¿Cómo es posible la degradación de Plaça Major? ¿O el abandono de la Plaça d’Espanya y su emblemático y bien situado Hostal Terminus? ¿O la parálisis de S’escorxador? ¿O el cierre de las magníficas Ses Cases del Retiro de la Bonanova? ¡Suma y sigue! Sin duda se trata de un problema político y administrativo, ya que es imposible que tales asuntos estén pendientes por cuestiones económicas.

Por su parte el Consell de Mallorca, ante el cacareado problema de saturación, lanza la idea de que la solución es suprimir carreteras, incluyendo el cierre del segundo cinturón de circunvalación, cuya necesidad se proyectó hace casi tres décadas. El responsable político de turno no ha tenido ningún inconveniente en declarar que lo que ocurre es que sobran coches. ¿Quizás el suyo, amable lector?
Siguiendo esta estela al Govern y al Gobierno del presidente Sánchez les ocurre lo mismo, tienen sus cofres llenos, pero prefieren destinarlos a gasto corriente (político) antes que a infraestructuras. Sin duda, motivados por la rentabilidad electoral. Baste pensar en la reacción que se produjo hace poco tiempo cuando se anunció una importante partida para el aeropuerto de Palma. Aunque también hay que considerar las dificultades derivadas de los pesados aparatos burocráticos, que esos mismos dirigentes continúan alimentando y engordando. Es decir, incrementando la escala administrativa paralizante. ¡No es raro que hasta la multinacional Ford haya renunciado a una suculenta tajada del dinero recién impreso!

Ante este desconcertante panorama, sostengo que tenemos un grave problema. Es evidente que se necesitan muchas nuevas inversiones para afrontar el futuro, sin ellas estamos abocados a ir amortizando las actuales infraestructuras de forma lánguida y decadente.

Cambiar de dirigentes será un paso en la buena dirección, pero me temo que, quizás, no será suficiente si no va acompañado de reformas de mucha mayor envergadura.