José Antonio Ribas, junto a su mujer Ana Mateo y sus hijos Óscar y Hugo, es el actual propietario del camping. | ARGUI ESCANDON

Agustín Ribas, el abuelo de José Antonio Ribas, fundó junto a su socio Antonio Ribas el camping Cala Bassa. Fue inaugurado oficialmente en el año 1958 y quedó completamente acabado en 1962 con la construcción de la escalera que da acceso al bar. Por aquel entonces, los visitantes eran americanos atraídos por el «fenómeno hippie», británicos, holandeses y, por supuesto, españoles. «Era una empresa muy a la ibicenca. Había un corral para los animales de los dos socios y como los vehículos aún eran un lujo era más sencillo trasladar a los animales en carro a su residencia de verano que tener que hacer varios viajes durante el día para su manutención», explica José Antonio Ribas, quien afirma que el bar del camping por aquel entonces era un punto de reunión de los vecinos de la zona, además de para los turistas que se alojaban allí, cosa que se mantiene en la actualidad. Con el paso de los años Antonio Ribas vendió su parte a Vicente Clapés, un vecino de Vila, que pasó a ser el nuevo socio. Con esta nueva etapa decidieron alquilarlo a un alemán que lo supo llevar durante varios años. Este camping tendría otros dos arrendatarios más, el último de los cuales dejó destrozadas las instalaciones.

En aquella época José Ribas, padre de José Antonio que es el actual propietario, empezó a gestionar el camping reconstruyéndolo de cero y con mucho esfuerzo. La madre de José Antonio, María Ribas, compró la parte del socio de Vila de manera que la empresa pasó a ser cien por cien de la familia Ribas. Entonces, con constancia y mucho esfuerzo fueron dándole una nueva vida a este establecimiento turístico. «El último alemán que lo alquiló dejó el camping destrozado. Fue el peor momento de toda la trayectoria de mi familia. Cuando tienes que volver a coger lo que queda de un negocio que habías empezado y lo tienes que volver a levantar cuesta mucho porque empiezas de cero», admite. «Cuando pasan cosas así, lo más fácil es cerrar y dedicarte a otra cosa, pero mi familia y yo quisimos levantarlo. Año a año fuimos mejorándolo y cada vez venía más gente, aunque no hubiera una gran afluencia, y esto es lo que nos ayudó a salir del agujero. Lo que sí es cierto es que si hubiéramos tenido varios años malos quizá no hubiéramos continuado», explica José Antonio Ribas, nieto de Agustín Ribas e hijo de José Ribas y María Ribas, y actualmente es la tercera generación de esta familia al frente del negocio junto a su mujer Ana Mateo.

En aquellos años tan difíciles de reconstrucción del negocio les animó mucho, según explica, el hecho de que los clientes que iban recibiendo les dijeran «lo has hecho bien» y que había quedado genial. «Esto nos animó a seguir cada año un poquito más», admite. Durante esos años José Antonio Ribas ayudaba en el camping, pero siempre bajo las órdenes de su abuelo y de su padre. Poco a poco el actual gerente y nieto del fundador fue introduciendo cambios como la informatización de la gestión en la entrada de clientes, pues la afluencia de visitantes era cada vez mayor y se hacía más complicada la gestión si no estaba informatizada.

En el año 2010 José Ribas decide que es momento de descansar y es cuando le pasa las riendas del negocio a su hijo que seguía llevando el negocio con su madre. En el año 2019 su padre fallece y José Antonio pasa a ser el propietario. «Fueron momentos muy tristes para toda la familia pero no quedó más remedio que sacar fuerzas y seguir adelante con el negocio», explica José Antonio.

LA CLIENTELA. Durante todos estos años la familia Ribas ha sabido crear una cartera de clientes fieles, algunos de los cuales han pasado sus vacaciones en el camping Cala Bassa durante más de 30 años. «A unos clientes que llevaban viniendo desde hace más de 30 años les hicimos una fiesta de agradecimiento. Ya no pueden venir porque ya no tienen el cuerpo para este tipo de turismo, son más mayores». Precisamente, uno de los aspectos que más valoran José Antonio y Ana es la cercanía con el trato al cliente que con el paso de los años ya consideran como «familia y amigos». «Ya conoces a la gente, te traen regalos de sus países de origen, te cuentan y les cuentas cómo te ha ido el año... se generan lazos de amistad y eso es muy bonito», explica José Antonio, quien destaca que precisamente el ambiente tranquilo y familiar en plena naturaleza es lo que vienen buscando sus clientes. «Hay mucha gente a la que realmente le gusta vacacionar en un camping y no porque sea barato; quien viene buscando un ‘hotel barato’ se lleva un chasco», precisa. Es el caso de dos turistas jóvenes que este verano, en una de las olas de calor, se quejaron de que hacía mucho calor. «Les dijimos que pusieran el ventilador y aún así se quejaban. Fuimos a la mobile-home y vimos que es que tenían las ventanas cerradas. Nos dijeron que no querían abrirlas porque entraban bichos del campo», asegura José Antonio.

LOS SERVICIOS. El camping Cala Bassa está ubicado en plena naturaleza, en una zona privilegiada, además está muy cerca de la playa de Cala Bassa, y tiene una superficie de entre 9.000 y 10.000 metros que ofrece servicios desde mobile-homes hasta tiendas de campaña más humildes a otras más de lo que se conoce como glamping y parcelas para furgonetas camperizadas y autocaravanas. Además, tienen un bar, una zona de lavadoras, una tienda de comestibles, una zona para hacer barbacoas, otra más dedicada al ocio infantil y otra zona de duchas y aseos.

«Toda la ayuda que el camping te puede dar para que pases unas buenas vacaciones sin necesidad de renunciar a las comodidades habituales de tu vida normal», explica el gerente de este negocio. El hecho de estar ubicado en Cala Bassa dota a este establecimiento turístico de una grandiosa tranquilidad, además de espectaculares paisajes. «El camping tiene mucho ambiente familiar. La zona de Cala Bassa es preciosa, puedes dar paseos entre Cala Bassa y Platges de Comte que son una gozada; es una naturaleza muy virgen y no se ven las aglomeraciones de turistas que hay en otros puntos de la isla. La gente aquí viene a relajarse y encontrarse consigo mismo, no hay ruidos ni estrés», explica José Antonio.

Precisamente, el hecho de estar en un enclave tan protegido y virgen les ha impedido ampliar las parcelas. «Intentamos hacer una reforma tiempo atrás para mejorar aún más las instalaciones y estuvimos 11 años de trámites para que al final dijeran que no», apunta. De hecho, con el paso de los años se han dado cuenta de que el perfil del cliente ha ido variando desde «el mochilero, que solo venía con su tienda de campaña y su mochila» a la tendencia actual de ir de camping con autocaravana o furgoneta camperizada. «Hoy en día un campista viene con su mesita, su silla, su cocinita exterior... la extensión que ocupa hoy un campista es más grande que la que ocupaba antes. Lo que sí se mantiene es el llevarse bien con la gente, saludar cada mañana al vecino y compartir ratitos de charla».

El hecho de tener un negocio tan específico les obliga a saber un poco de todo y estar al corriente de la vida de campista. «En un hotel, el recepcionista se dedica a la recepción, la camarera de pisos a limpiar... nosotros al ser más pequeñitos y no tener tanta gente pues hacemos un poco de todo; sabemos de cocina, de bar, de recepción, mantenimiento y cosas específicas de acampada porque vienen a pedir ayuda en ocasiones», afirma. En la actualidad, tienen en plantilla a nueve trabajadores.

PANDEMIA Y FUTURO. Otro de los momentos difíciles en la vida del camping Cala Bassa fue la pandemia de coronavirus de 2020. «Lo puso todo patas arriba, decidimos no abrir el camping», explica. Pasada la pandemia el turismo de acampada ha resurgido con fuerza sobre todo quienes se mueven con sus vehículos. «A quien quiera montar un negocio propio le digo que no es fácil, pero que si tienes una idea y tienes fe en ella y en que puede salir adelante, hazlo, aunque tengas que trabajar más horas y darle un empujón más fuerte. Si no lo tienes del todo claro quizás no sea del todo acertado lanzarse. Pero si confías en tu idea y en tu potencial, adelante. Si no fuese por quienes intentan hacer cosas, no funcionaría el mundo», concluye José Antonio, quien junto a su mujer está enseñando el negocio a sus hijos pequeños Óscar y Hugo para que en un futuro «si ellos quieren gestionen el negocio». Ellos serán la cuarta generación en hacer del camping Cala Bassa un lugar para descansar».