En el año 2019 el gobierno de Arabia Saudita hizo pública su «Estrategia Nacional de Turismo» que apuesta fuertemente por este sector. En el documento «Visión 30» plantean los objetivos para el año 2030 y los proyectos con los que conseguirlos. En esa fecha el turismo debería representar un 10% del PIB, el doble que actualmente, para lo que tendrían que captar 100 millones de turistas (incluidos los nacionales).

Es una apuesta personal del príncipe heredero Mohamed Bin Salman. Para ello ya están en marcha o en proceso de planificación, diversos desarrollos como el Red Sea Project, uno de los mayores del mundo que se despliega en 90 islas en el norte del Mar Rojo, y Amaala, más al sur. Ambos de lujo y el segundo centrado en salud y bienestar.

Para definir la evolución, el diseño y la posterior ejecución de todos estos proyectos, el ministerio de turismo ha contratado asesores del máximo nivel, bajo la supervisión de Gloria Guevara, exministra de turismo de México. Pretenden dar la imagen de que el país es ya una potencia turística mundial poniendo sobre la mesa el número anual de turistas que recibe -17 millones-. Las fuertes inversiones deportivas: fútbol y golf refuerzan esa imagen.

Sin embargo, resulta que, como en otras ocasiones, las estadísticas ocultan la realidad. La inmensa mayoría de los turistas son peregrinos de bajos recursos, que viajan a los lugares sagrados de Medina y La Meca y proceden de los grandes países con población musulmana como Pakistán, India, Egipto o Indonesia. Los pocos «turistas» occidentales viajan principalmente por motivos de negocios. En consecuencia, la oferta alojativa se centra en hoteles y apartamentos de 1 estrella -la mayoría- para los primeros- o de los de 5 estrellas en las ciudades para los segundos.

El mercado vacacional es diferente. Ahí es donde podrían entrar en competencia con España, especialmente con Canarias en invierno. Sin embargo, la realidad geográfica: distancia a los grandes mercados; climatológica: veranos excesivamente calurosos; social: limitaciones al consumo de alcohol; cultural: el papel de la mujer; y económica: precios más elevados, son obstáculos que ralentizaran la previsible evolución.

Sin duda los proyectos son muy buenos y el dinero no falta, pero la experiencia nos indica que el camino es difícil y el nivel de los proyectos va disminuyendo a medida que se empiezan a convertir en realidades, por lo que el liderazgo del turismo español no está amenazado por el sueño saudí.