La presidenta rodeada de su ‘gran familia’ socialista. | M.GARRIDO

Resulta que, en su primer discurso institucional, Francina Armengol se acordó de la selección española femenina de fútbol, que esta semana se juega ser campeona del mundo en una final de infarto que se disputa en Nueva Zelanda. También la de este jueves en el hemiciclo tenía que haber sido una votación de infarto, pero valga el símil futbolístico para señalar que resultó una auténtica Armengoleada: 178 votos frente a 139 de Cuca Gamarra, la candidata de Alberto Núñez Feijóo.    Un señor de Vox de cuyo nombre no puedo acordarme pero que muy probablemente antes estuvo en el PP logró 33.

Y ese señor de Vox consiguió que Núñez Feijóo entrara al Congreso con 171 votos y saliera de él con 139,  sin ninguna posibilidad, por tanto, de plantear una investidura para la que está claro que no cuenta con los votos y quién sabe si pensando por qué carallo dejó el azul cielo de Galicia para acabar metido en este lío de rojos. Las caras en las filas del PP eran un poema, y no precisamente de Salvador Espriu, al que citó la nueva presidenta. No es extraño; visto cómo se las gastan por Génova, no vaya a ser que la Armengoleada acabe en pena máxima para Feijóo: penalti y expulsión. Y Ayuso de árbitro.

Pero el protagonista de la sesión de ayer no era el previsible efímero Núñez Feijóo sino Francina Armengol, una política que logra victorias de sus derrotas, exactamente como Pedro Sánchez, que ha perdido las elecciones, pero tiene muchas posibilidades de ser presidenta con la venia de Carles Puigdemont. Armengol fue presidenta en 2015 con los peores resultados de la historia del PSIB en unas autonómicas y ayer fue elegida tercera autoridad del Estado tras una dolorosa derrota en las elecciones de mayo. Hay que saber ganar, pero, si me dan a elegir, yo prefiero saber perder como Sánchez y Armengol. Esa victoria de la expresidenta balear aguó ayer la fiesta a Vicenç Vidal, que acudió al Congreso con la vitola de ser el primer político soberanista de las Islas que logra escaño. Este hecho histórico, más relevante a ojos de Més que la elección de Armengol y casi, casi más que un hipotético advenimiento de la República Soberanista de las Islas Balears, reunió en el edificio de la Carrera de San Jerónimo a más personas de Més que cargos tiene en las instituciones de Baleares, cosa que, vista así, tampoco tiene tanto mérito. Ayer era el primer día de cole y los diputados no tenían asignados aún escaño fijo, así que cada uno se sentó donde quiso o donde pudo y se dio la circunstancia de que Vidal lo hizo en el centro matemático del Congreso,  en el punto focal al que van todas las miradas, así que se le vio de primera cuando juró por imperativo legal y por alguna cosa más. No tuvieron la misma suerte los diputados del PP y de Vox, que se desparramaron sin orden ni concierto. A Jorge Campos, que no juró por imperativo legal, sino por España, le colocaron en un gallinero cerca del señor sin nombre que logró 33 votos. José Vicente Marí y Sandra Fernández acabaron sentados en algún  punto indefinido antes de acabar en una comisión como probables indefinidos diputados de la oposición. O no. Igual al final a Puigdemont le hacen gracia otras elecciones.