El líder libio Muamar el Gadafi, tras dejar claro que no tiene intención de abandonar el poder, hizo un llamamiento ayer a la población para combatir a los rebeldes que, después de haber reforzado el control sobre una parte del país, se encuentran ya a las puertas de Trípoli. El coronel Gadafi intenta blindar la capital, donde concentra a numerosos soldados y mercenarios.

Los sangrientos ataques contra los manifestantes prosiguen, mientras la rebelión se ha propagado al oeste y al sur del país donde nuevas ciudades han caído en las manos de los que se oponen al régimen de Trípoli. En las primeras horas de ayer, una de las brigadas fieles al coronel Gadafi lanzó un ataque particularmente encarnizado con armas pesadas contra los rebeldes en la localidad de Zouiya, a unos cien kilómetros de la capital, con un balance de cien muertos y decenas de heridos. El diario electrónico Quryna afirmó que el escuadrón que ha atacado esta ciudad bajo control rebelde desde hace tres días, procedía de la localidad vecina de Sebrata y que tras la agresión millares de habitantes encolerizados invadieron las calles.

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Otro batallón capitaneado por el propio hijo de Gadafi, asaltó la localidad de Mesrata, el este de Trípoli, señala Quryna. En este caso, según la misma fuentes, los rebeldes han opuesto una feroz resistencia, deteniendo el ataque y obligado a los agresores a huir fuera de la ciudad. Al sudeste de Libia, otra ciudad, El Koufra, ha sido puesta bajo el control de los rebeldes, explica el diario. Estos han destruido todos los símbolos del régimen, particularmente han desmantelado las fuerzas de seguridad, según las fuentes.

El mismo escenario se ha repetido en Zouara, a 120 kilómetros de la capital, donde los «revolucionarios» han derrotado a los policías y los militares. Y mientras las ciudades grandes y puequeñas libas caen como fichas de dominó entre las manos de los rebeldes, el movimiento de defección en el seno de las fuerzas armadas se ha acelerado sensiblemente.