El presidente de Francia, François Hollande, ha encargado al ministro del Interior, Manuel Valls, la formación de un nuevo Ejecutivo, «un Gobierno de combate» y «unido» que debe hacer caso del «mensaje» dado por los ciudadanos en las urnas.

«Es un momento importante en nuestra vida nacional», ha destacado Hollande, en un discurso televisado en el que ha expresado su «reconocimiento» al primer ministro saliente, Jean-Marc Ayrault.

Hollande ha agradecido a Ayrault haber tomado las riendas del Gobierno en momento difícil, con una situación «muy deteriorada» a consecuencia de la herencia dejada por la Unión por un Movimiento Popular (UMP) durante el mandato de Nicolas Sarkozy.

Sin embargo, ha apostado por «abrir una nueva etapa» y, para ello, ha encargado a Valls «la misión de liderar el Gobierno de Francia». El presidente ha avanzado que quiere apoyarse en «un equipo estrecho, coherente y unido», en «un gobierno de combate».

Este nuevo Ejecutivo tendrá como objetivos «devolver la fuerza» a la economía nacional, mejorar la «justicia social» y garantizar el poder adquisitivo de los franceses. En términos económicos, Hollande ha propuesto rebajar las cargas impositivas a las empresas, «en particular sobre los salarios bajos», y medidas para fomentar la contratación y la inversión.

EL «MENSAJE» A HOLLANDE

El detonante de la salida de Ayrault --primer ministro desde que Hollande llegó a la Presidencia en 2012-- han sido los malos resultados del Partido Socialista en las elecciones locales. «He captado el mensaje», ha dicho Hollande, al referirse al «descontento» que ha cundido entre una población que se ha expresado de forma «clara».

En este sentido, el mandatario galo ha reconocido que la población considera que hay «demasiados impuestos y demasiado paro». «No ignoro que muchos de vosotros tenéis problemas para llegar a fin de mes», ha añadido, consciente de que el país necesita una «rectificación».

Hollande, que ha asumido «personalmente» el resultado electoral, también ha advertido de que seguirá «fiel» a sus compromisos. «No olvido quién ha confiado en mí, quién me ha elegido, ni por qué», ha añadido, en el marco de una breve alocución --unos siete minutos-- en la que ha citado como «único objetivo el «éxito» de Francia y sus ciudadanos.

En este sentido, ha advertido de las «divisiones» que parecen cundir en el país, así como de la «crisis cívica e incluso moral». Esta «angustia», ha agregado, está siendo utilizada por «los extremos» para alimentar el «odio». «La República es nuestro bien común», ha apostillado.

SU MINISTRO MAS POPULAR Y POLEMICO

El ministro del Interior francés, Manuel Valls, el más popular y polémico de los miembros del Gobierno, ha recibido del presidente, François Hollande, el encargo de recuperar la imagen perdida, con un Partido Socialista a la deriva que ha consumado en las elecciones locales su decreciente popularidad.

Valls, nacido en Barcelona en agosto de 1962, tiene a sus espaldas éxitos a nivel local y nacional. Su experiencia municipal ha tenido su epicentro en la Isla de Francia --la región metropolitana de París--, donde ha llegado a ser alcalde de Evry.

En 2002, Valls se convirtió en diputado de la Asamblea Nacional, un escaño que revalidó cinco años después y que ha compatibilizado con diversos cargos en el seno del Partido Socialista y el Gobierno. Así, se ha responsabilizado de la comunicación tanto del partido como de la oficina del primer ministro, puesto este último que ocupó entre 1997 y 2001.

Valls, casado y con cuatro hijos, dio su salto definitivo a la primera línea al presentarse en 2011 a las primarias del Partido Socialista para las elecciones presidenciales de 2012. Apenas obtuvo un 5 por ciento de los votos pero terminó encargándose de la campaña electoral que en 2012 llevó al vencedor de las primarias, François Hollande, al Elíseo.

La llegada de Hollande a la Presidencia supuso la entrada de Valls en el Gobierno, como ministro del Interior. Durante este tiempo, se ha convertido en el miembro más popular del Ejecutivo --tanto para la derecha como para la izquierda-- y ha disfrutado de cotas superiores al 50 por ciento.

Pese a que las polémicas en las que se ha visto envuelto le han pasado factura en los últimos sondeos --su popularidad ha caído hasta el entorno del 30 por ciento--, era el favorito de los franceses para ser primer ministro. Un sondeo publicado el lunes por 'Le Parisien' recogía que uno de cada tres ciudadanos veían a Valls como el mejor para el puesto.

Valls ha sido una de las figuras más controvertidas dentro de la política gala, especialmente por su visión sobre la inmigración. Llegó a decir que los inmigrantes rumanos y búlgaros que viven en campamentos a las afueras de las ciudades de Francia nunca podrían integrarse y deberían ser «devueltos a la frontera».

El ascenso del ministro del Interior marca un punto de inflexión en la política de Hollande. Los medios franceses especulan ahora sobre si el cambio será demasiado para un Partido Socialista ya de por sí dividido y cuya ala izquierda no parece cómoda con la versión más dura de Valls.

Otra de las dudas estriba en si el presidente estará dando alas a un potencial rival que ya intentó en una ocasión llegar al Elíseo y que, con los resultados de los sondeos sobre la mesa, podría estar mejor situado que él para encabezar a los socialistas en las presidenciales de 2017.