La biomasa se puede usar para alimentar un sistema de climatización, tanto de frío como de calor.

La biomasa es una de las energías renovables disponibles que tienen aplicación en las viviendas y que funciona mediante materia orgánica, de origen animal o vegetal, y los materiales que proceden de su transformación natural o artificial, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, institución adscrita al Ministerio para la Transición Ecológica.

Concretamente, se define como la «fracción biodegradable de los productos, desechos y residuos de origen biológico procedentes de actividades agrarias (incluidas las sustancias de origen vegetal y de origen animal), de la silvicultura y de las industrias conexas, incluidas la pesca y la acuicultura, así como la fracción biodegradable de los residuos industriales y municipales», según la Directiva 2009/28/CE, sobre el fomento del uso de energía procedente de fuentes renovables.

El uso de la biomasa como forma de energía en los hogares se da, fundamentalmente, para aplicaciones térmicas con producción de calor y agua caliente, aunque también se puede utilizar para producir electricidad, tal y como indican en el documento Guía Técnica. Instalaciones de biomasa térmica en edificios, del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio.

De este modo, la biomasa se puede usar para alimentar un sistema de climatización, tanto de frío como de calor, de igual forma que lo hace una instalación de electricidad o gasóleo. Esta producción térmica mediante biomasa se puede realizar mediante:

  • Estufas, normalmente de pélets o leña.
  • Calderas de baja potencia para viviendas unifamiliares o construcciones de tamaño reducido.
  • Calderas diseñadas para un bloque o edificio de viviendas, que actúan como calefacción centralizada.
  • Centrales térmicas que calientan varios edificios o instalaciones (district heating) o grupo de viviendas.

La fiabilidad de los sistemas de calderas de biomasa para dotar a las viviendas de calefacción y agua caliente es comparable a los sistemas habituales de gas o gasóleo y, gracias al desarrollo del mercado de la biomasa, actualmente se pueden encontrar muchos biocombustibles sólidos para ser utilizados en los edificios, tales como pélets, astillas, residuos agroindustriales o leña.

¿Qué equipo por biomasa es mejor para cada caso?

Chimeneas, estufas, calderas... las opciones para tener un sistema de biomasa en la vivienda son variadas, aunque no todas funcionan del mismo modo. Por ejemplo, las calderas son los únicos equipos que pueden ser utilizados al mismo tiempo para producir calefacción y agua caliente en el hogar. Por su parte, las chimeneas o estufas, solamente sirven para calentar la estancia en la que se encuentran ubicadas.

Por ello, quizás la caldera sea la opción más recomendable para quienes quieran convertir su vivienda en un edificio autosuficiente. Las calderas pueden ser instaladas tanto en viviendas unifamiliares como en comunidades de vecinos gracias a las diferentes tamaños, que van desde los 20 kW hasta más de 1 MW.

El ejemplo que indican desde IDAE es una comunidad de vecinos de 40 viviendas, ubicadas en el centro-norte de España. Estos vecinos podrían satisfacer sus necesidades de calefacción y agua caliente con una caldera de 400-500 kW.

Además, se puede añadir un depósito de inercia a las instalaciones para «compaginar un funcionamiento estable de la caldera y una demanda de calor que varía a lo largo del día».

Por su parte, las estufas que suelen instalarse en viviendas unifamiliares o locales comerciales, no necesitan más que una potencia de entre 8 y 15 kW y, por el contrario, las redes de calor que llegan a un mayor número de usuarios, pueden ser instalaciones de hasta 400 kW de potencia y varios cientos de metros de tuberías que dan servicio a varios edificios. Un ejemplo es la red del ayuntamiento de El Atazar, en Madrid.