En numerosos lugares del país, entre ellos Palma y Eivissa, se celebraron este fin de semana diferentes marchas y concentraciones organizadas por los movimientos feministas para reclamar más atención al problema de la violencia machista, origen de alrededor de setenta muertes en lo que llevamos de año. El objetivo de estos actos es reclamar la concienciación social sobre la necesidad de erradicar todo tipo de comportamiento violento contra las mujeres, y no sólo físico, así como la necesidad de considerar este fenómeno –por desgracia creciente– como un auténtico problema de Estado.

Igualdad, la clave. La sociedad española ha avanzado mucho en el rechazo a la considerada violencia de género, sin duda la expresión más grave del comportamiento machista. Sin embargo, tal y como apuntan las asociaciones feministas, es preciso acabar con la tolerancia respecto a situaciones que en muchas ocasiones se enmascaran en principios atávicos pero que, en realidad, revelan una intención humillante para las personas del sexo femenino. Es preciso extirpar ese poso cultural machista que se conserva, incluso de manera insconsciente, en numerosos ámbitos de la vida social en nuestro país. Es preciso hablar de personas, y no de hombres y mujeres. Esta incapacidad de admitir la igualdad entre unos y otros no entiende de capacidad económica ni de formación académica, el machismo es transversal.

Familia y educación. Las protestas ciudadanas podrán endurecer la legislación, pero poco más. Es preciso ir a la raíz de este problema y el punto de partida está en las propias familias y, por extensión, en las escuelas. Para eliminar la asignación de roles a cada sexo, la justificación de la preeminencia de uno sobre otro, es necesario que el machismo tenga su primer freno en el núcleo familiar y luego en los centros escolares. Por medio del ejemplo y la formación será cómo se logrará ir modificando toda esa constelación de actitudes que acaban conformando el machismo.