Son nuevos tiempos para la política. Eso es evidente. Son tiempos en los que han surgido nuevos partidos, que tienen un gran apoyo social, y que se consideran la antítesis de las formaciones políticas tradicionales. Los cambios son siempre positivos, pero hay cuestiones que no deberían producirse nunca. Pondremos un claro ejemplo: la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, aprovechó una feria educativa en la Ciudad Condal para dirigirse a los militares que tenían ayer su estand y decirles que no eran bienvenidos en la exposición. La escena fue grabada por televisión y se pudo ver a los altos mandos militares cómo evitaron el enfrentamiento. El comportamiento de estos militares fue ejemplar y no perdieron la compostura.

Nuevos tiempos. La nueva etapa política ha traído, por desgracia, dirigentes políticos que tienen demasiadas tentaciones de desprestigiar a todos los que no piensan como ellos. Recordamos los casos de Zapata, el concejal de Podemos en Madrid que publicó tuits en los que se mofaba de Irene Villa, víctima de ETA. O la otra concejala madrileña que fue juzgada por participar en una asalto a la capilla de la Universidad Complutense de Madrid. Nadie es perfecto y todos tienen derecho a equivocarse, pero se da la circunstancia de que se repiten en demasiadas ocasiones episodios en los que determinados políticos no respetan a los que teóricamente no piensan como ellos.

Un ejemplo. Frente al sectarismo de Colau, los militares que vivieron el mal trago en la feria de Barcelona restaron importancia al desplante de la alcaldesa, quien ha tenido que justificarse en las redes sociales. Ada Colau debería saber que no solo representa a su partido político, y que en el momento que acude a un acto lo hace en nombre de todos los barceloneses. Y lo mismo va para los políticos ibicencos, que en ocasiones olvidan que son los representantes de todos. Se podrán equivocar o acertarán, pero nunca deben perder de vista que son los representantes de todos los ciudadanos, los que les votaron y los que no. Y que cuando acuden a un acto hay que ser respetuosos y, sobre todo, no ofender innecesaria a los que no son de su cuerda política. Lo contrario se llama sectarismo.