Los dos atentados terroristas de ayer en Bruselas, reivindicados por el Estado Islámico, provocaron treinta muertos y centenares de heridos. El ataque, tres días después de la detención del último responsable de los ametrallamientos en el centro de París, se suma a la escalada de violencia protagonizada por diferentes grupos vinculados al yihadismo más radical en la ciudad que alberga las principales instituciones de la Unión Europea y de la OTAN. El mensaje del EI en este sentido es claro, no hay refugio posible ante el terror. Es por ello que la respuesta, no sólo de la UE sino también de todos los países occidentales, debe ser firme en la defensa de los valores de la libertad y la tolerancia, incluso en los momentos más difíciles y amargos como los actuales.

Amenaza global. El rosario de acciones terroristas de los últimos días son el claro ejemplo de cómo actúan estos grupos, cuyo fanatismo les hace protagonizar masacres como la de ayer en el aeropuertos y el metro de Bruselas. Puro terror, una guerra cultural e ideológica alimentada desde la sinrazón y sin un frente definido, un conflicto total sin precedentes y al que la comunidad internacional no está sabiendo cómo neutralizarlo. La consecuencia más inmediata es el desgraciado resurgimiento de la xenofobia y el populismo en algunos países europeos, todo ello fruto de un miedo que degenera en odio. No faltan quienes ya justifican el bloqueo a los inmigrantes para reducir las amenazas.

Reacción social. Los atentados de ayer en Bruselas deberían provocar un cambio en la dinámica de prevención contra el yihadismo, cuyos fallos sorprenden en el país que acoge las instituciones europeas más representativas. Coordinación policial a todos los niveles, una especialización de la España se toma como modelo tras la trágica experiencia del 11-M, además de actuar sobre la raíz del problema que alimenta las filas del yihadismo radical. Son los retos que Europa debe hacer frente con urgencia.