El diputado socialista Enric Casanova deberá dar muchas explicaciones sobre el episodio ocurrido el viernes por la mañana en un bar de Vila. Según la denuncia policial presentada por la propietaria de un bar, Casanova envió a una camarera a su «puto país» por no entenderle cuando pidió una consumición en catalán. Hubo cruce de descalificaciones e incluso hubo que llamar a la Policía Local. La trifulca duró dos horas y tuvo como testigos a decenas de clientes del popular bar situado en la Avenida España, enfrente de la sede del Consell d’Eivissa. El propio Casanova explicó en un breve tuit el suceso. Decía que le habían llamado «puto racista» e «independentista» por hablar catalán. Cuando Casanova tuvo constancia de que este periódico estaba al corriente de los hechos, eliminó el tuit.

Lamentable episodio. Sin duda, no resulta fácil imaginarse a un diputado autonómico mantener una disputa de dos horas en un bar con una camarera y la propietaria por el simple hecho de que no entendieron el catalán cuando pidió un té. Resulta muy complicado entender que un diputado dedique tanto tiempo a estos temas menores, y que no sepa estar a la altura de su cargo (un representante de los ciudadanos) y evite el conflicto, la diputa, y especialmente por temas lingüísticos. La presencia de policías en el local cuando Casanova pidió la hoja de reclamaciones también es difícil de imaginar. Y mucho más si, como dice la denuncia, Casanova dijo la popular frase de «usted no sabe con quien está hablando». Hay testigos que confirmarán o desmentirán los hechos

Disculpas y dimisión. A partir de ahora, Casanova deberá decidir si pide disculpas a la propietaria del bar o, por el contrario, presenta su dimisión como diputado. Porque no es admisible que un diputado envíe a su «puto país» a una ciudadana rumana por no entender perfectamente el catalán. Y porque es menos admisible que un diputado autonómico no sepa estar a la altura de las circunstancias, a la altura de su cargo, y evitar estos episodios tan desagradables para la propietaria del bar, los trabajadores y las decenas de clientes que se encontraban en el establecimiento en el momento de la trifulca. Casanova puede decir que todo es falso, pero no podrá negar que él impulsó y protagonizó un episodio que nunca debería haberse producido. Ahora le toca mover ficha: o pide disculpas y se arrepiente o deja su cargo político.